Un torrelaveguense que desde la humildad alcanzó el éxito

Rousseau era un firme defensor de que el hombre es bueno por naturaleza pero que la sociedad se encarga de corromperlo. Ese deterioro moral nació en el momento en que alguien pronunció las palabras «esto es mío».

En 1931 nace un hombre que desbarata por completo la premisa de Rousseau. Nos encontramos en el centro de Torrelavega en los años cuarenta. Un joven bedel sujeta la puerta de una sucursal bancaria. Vestía un uniforme remendado por su madre, Ana de la Vega, una excelente modista que luchaba contra su repentina viudedad y por sacar a sus dos hijos adelante.

Ernesto también se enfrentaba a esa situación de precariedad continuando con sus labores de botones. Pero su fidelidad y constancia, le concedieron la oportunidad de convertirse en cajero de la sucursal. Ese día, nació su popular alias: 'Titi, el de Caja Cantabria', un apodo que cada vez sonaba con más frecuencia por las calles de nuestra ciudad. Titi cada vez estaba más cerca de saborear ese ansiado y dulce poder. Se convirtió en el director de Caja Cantabria, pero cometió lo que para muchos sería una insensatez: utilizar ese poder para ayudar al prójimo y velar por el bien común en vez de por el propio.

Su travesía profesional estuvo acompañada de una historia de amor, de amor prohibido. Se enamoró locamente de su prima Adela -una situación que para su familia no fue fácil de asimilar-. Titi era un completo apasionado de su mujer. Jamás superó su pérdida, falleció enamorado de ella. El día de su jubilación lo dejó claro: «Si vuelvo a nacer, volvería a trabajar en Caja Cantabria y volvería a casarme con Adela». Siempre mantuvo un gran compromiso con Torrelavega. Su implicación se vio reflejada en la labor que desempeñó junto a don Teodosio Herrera en la Fundación Asilo y en su fiel apoyo a la cultura. Ahora, sus calles están huérfanas sin su inconfundible carraspeo y su particular humor.

Titi ha conseguido lo que tanto anhelaba: reencontrarse con Adela, el amor de su vida.

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