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Acababa de cumplir 49 años, cuando la inesperada muerte fue a buscarle a su casa de Zapopan, en el estado de Jalisco, en México. Murió pidiéndole a su esposa, Verónica Flores, con quien se había casado hacía ocho años, que le despidiera de todos sus ... familiares y amigos de Torrelavega, la ciudad que adoraba y que siempre estaba en su pensamiento.
De hecho, el matrimonio ultimaba los trámites necesarios para regresar definitivamente a vivir a la capital del Besaya. Tenían fecha: la Navidad próxima. Pero el sueño no se pudo llegar a cumplir. La muerte cercenó sus ilusiones.
Alberto Solares Sedano había nacido en Torrelavega, ciudad en la que hizo sus estudios primarios y en la que desarrolló gran parte de su trabajo como comunicador en radio, televisión y cine. No en vano fue, junto a su amigo y maestro, también fallecido, Américo Gutiérrez Hoyuela, creador y mantenedor del Festival de Cortometrajes de esta ciudad, a la que trajeron valiosos trabajos cinematográficos y crearon el premio Pisondera para reconocer el trabajo de los directores y actores de cine.
Usuario desde sus inicios de las redes sociales, fue en ellas donde por casualidad, en 2006, conoció a la zapopana Verónica Flores. Unidos por similares aficiones, como la comunicación, la literatura, pero sobre todo el cine, comenzaron una relación a nueve mil kilómetros de distancia, que quedó cuajada de tal manera, que nueve años después, Alberto aterrizaba en México para conocer personalmente a la que unos días después convertiría en su esposa en una ceremonia celebrada en la finca de los padres de la novia.
Allí, Alberto inició una nueva vida personal y profesional porque pronto se integró en importantes proyectos como los festivales internacionales de cine y, sobre todo, en la FIL (Feria Internacional del Libro), lo que le llevaría a trabar amistad con los escritores españoles más destacados del momento así como con directores y actores. Sus criticas de cine en los medios más señalados del estado en que residía pronto llamaron la atención de los cinéfilos.
Formó un matrimonio unido y enamorado que solo la muerte ha roto.
Descanse en paz quien en Torrelavega, a la que ya no volverá, ha dejado una huella imborrable.
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