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Un trabajador nato para quien el día tenía más de veinticuatro horas
Obituario | Guillermo Blanco Acebal - Obrero, ganadero y cazador

Un trabajador nato para quien el día tenía más de veinticuatro horas

Sábado, 24 de febrero 2024, 01:00

Nació en Hinojedo dos años antes de la Guerra Civil aunque, siempre junto a su madre, Manuela, hizo de Ongayo su nueva tierra, su vida y su futuro. Guillermo Blanco Acebal, un hombre tenaz, trabajador y fuerte, lo fue tanto que, incluso, cuando el ictus le dejó amarrado a una silla de ruedas, resistió aferrado a la vida como un valiente.

¿Quién era Guillermo? Un hombre sencillo, esencia del trabajador mixto, tan habitual hace unas décadas en la comarca del Besaya. Trabajó en la fábrica, el campo y la ganadería. Desde muy pequeño ayudaba a su madre, laborando la hectárea de sembrado de su caserío 'La Regaza', en el sitio del mismo nombre, donde cultivaban la huerta para vender en los mercados. Combinaba el trabajo del campo con el de carretero, prestando sus servicios a los campesinos con su carro tirado por una pareja de bueyes. Además, atendía al ganado de leche cobijado en la cuadra de su propiedad. Eran los tiempos en los que la industria se imbricaba con el campo y la ganadería, creando una figura: el trabajador mixto. Guillermo entró en la empresa Solvay, en la planta de carbonato, como obrero a relevos y, al salir, le esperaban el campo y las vacas.

Si trabajar fue su signo, no lo fue menos la vida social. Para Guillermo el día tenía más de 24 horas. Su pasión, la caza, su mujer y sus hijos. Escopeta repetidora FN de cinco tiros, un perro setter o braco y a cazar sordas o perdices por Cantabria, Palencia o Burgos.

Tampoco dejaba pasar de largo sus blancos mañaneros en la tienda de los Cuatro Hermanos, en Hinojedo, o los chiquitos de 'Siglo' vespertinos en el Parador del Alto San Pedro.

Tras su jubilación, las aves de su corral, el campo y la caza le mantuvieron más que activo, criando gallinas exóticas, cuidando sus caballos o cebando el chon para la matanza que él mismo hacía. Aprendió el arte de los matanceros que pasó a su hijo Guillermo junto a sus escopetas cuando hace cuatro años un ictus casi le borró su expresión del rostro, que solo recuperaba cuando su hijo le ponía en sus manos una perdiz recién cazada.

Contrajo matrimonio con Antonia Gómez, Toña, que le dio tres hijas, Ángeles, Manoli y Yolanda, y un hijo, Guillermo, de quien se sentía orgulloso como sucesor cinegético y por haber llegado a ser un político comprometido. Deja en su recuerdo un consejo: «Podéis diferiros lo que queráis, pero lo primero es cumplir con la obligación». Esta frase y que jamás le oyeron hablar mal de nadie.

Ahora, en la Casa del Padre, estará en la cuadrilla del cielo hablando de las perdices del domingo.

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