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C. LAVIN *
Viernes, 3 de marzo 2023, 01:00
Nos ha dejado la tía Esther a los 95 años, justo dos semanas después de perder a otra tabernera entrañablede nuestro pueblo, la 'Curra'. Ambas ... fueron mujeres que han regentado nuestros bares y tiendas de ultramarinos, locales que eran mucho más que negocios, eran puntos de encuentro, de juego de cartas, de libretas con la cuenta del mes, de recados de teléfono, de la centralita telefónica del pueblo, de las botellas de licor añejas...
Nos deja Esther con una vida llena de positividad y de trabajo, que arropó a toda su familia. Perdemos ese don natural que tenía para afrontar la vida y ganamos un recuerdo imborrable.
Recuerdo ahora el texto que escribieron los fotógrafos Emilio Varela y René Loenders para ilustrar la fotografía de Esther que se incluía en la exposición 'Mi gente de Llanos'. Varela y Loenders señalaban que había nacido en Llanos (Penagos), en una casa situada a la entrada del pueblo, «esa que tiene el cartel del pueblo pegado en la pared». Desde allí se mudó a la casa del señor de Madrid, en referencia «a Adolfo, nuestro pintor del pueblo». Años después, en 1955, se trasladaría justo a una vivienda que construyeron enfrente del Estudio Casa Clarín. Recordaban Varela y Loenders que desde esta vivienda «se mudaron a varios sitios más hasta llegar a vivir en más de siete casas en un espacio tan pequeño como es Penagos. Y es que claro, los 92 años dan para mucho en una vida y ella lo sabe bien».
Destacaban que «fue ganadera pero también estuvo al frente de la tienda bar de La Helguera, propiedad de la familia de su marido, situada muy cerquita del Ayuntamiento de Penagos. La tienda llegó a cumplir los cien años de actividad y allí tuvieron, allá por los años setenta, una centralita con la que se comunicaban con el resto de pueblos». Esther era la encargada de la centralita y, si alguien quería hacer una llamada a Sarón, «tenía que ir primero a casa de Ulises (Currín) y desde allí le ponían con la centralita de Esther y, desde aquí, a la centralita de Sarón para por fin conseguir ponerse en contacto con el que fuera o fuese de Santander».
En aquellos años el bar-tienda no distaba mucho de un servicio 24 horas pues muchas veces «tenían que estar abiertos desde la madrugada a la medianoche». «Había otro espíritu: añejo y con tiempo, como el Brandy Insuperable que todavía conservan», evocaban los fotógrafos en el texto de la exposición.
Concluían señalando que, aunque «el tiempo pasa, Esther sigue conservando un talante especial que le permite verlo todo diciendo siempre esa famosa frase suya: «¡Qué suerte tenemos!», destacaban Varela y Loenders, quienes consideran que el talante de la tía Esther, «debe venir de genética porque me recuerda mucho a su hermano Chucho. Son de la misma tela, de esa que resiste y aguanta y es capaz de dar calor y protección».
*C. Lavín es sobrino de Esther Lavín
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