Vocación de médico y de servicio a los más frágiles, los enfermos

Se ha ido en un día especial, en el que presentábamos en el Congreso de los Diputados nuestro nuevo Código de Deontología Médica, el mayor compromiso de la profesión con la sociedad y los pacientes. Y, precisamente él, encarnaba en cada poro de su piel los valores y principios que este Código recoge en sus páginas: la ética en el sentido más amplio de la palabra.

Médico de atención primaria, el Dr. Fernando Alonso desarrollaba su vida profesional en el Centro Dobra en Torrelavega, donde era coordinador desde hace años. Allí, estuvo hasta el último instante de su vida.

Nunca he sentido tan dentro de mí los versos de Miguel Hernández a Ramón Sije, porque a Fernando también «un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal le ha derribado y hoy siento más su muerte que mi vida». No hay consuelo para aliviar la muerte de Fernando, y hoy solo pienso en su vida, en su entusiasmo, en su mente tan clara, en su innato optimismo y en sus brillantes ideas para unir la medicina primaria y la hospitalaria.

Destaco de él su impulso genial que dio a la informatización de nuestro Sistema Nacional de Salud en el País Vasco y en Cantabria, y su profundo convencimiento de que nuestro modelo de salud universal es el eje vertebrador de la justicia social.

Pienso en su abierta sonrisa y en sus abrazos que sellaban nuestra íntima amistad.

Transcurrió la vida de Fernando ligada a su vocación de médico, al lado de los más frágiles y quebradizos, los enfermos, y en defensa de la protección de la dignidad de todos los seres humanos. Esta es la esencia de nuestra milenaria profesión.

No podemos hacer nada para devolverle a la vida, pero su ejemplaridad atravesará como un rayo de luz, a lo largo de los siglos, e inspirará a muchas generaciones de médicos.

Gracias y descansa en paz Fernando.