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Víctor Puente
Sábado, 30 de abril 2016, 19:31
Último jueves de abril. Tres y media de la tarde. Por la puerta que da acceso al recinto de la Universidad Pontificia de Comillas empiezan a desfilar personas que no son nada familiares para el vigilante de seguridad. Su pregunta les delata, y a la ... vez, les ayuda para orientarse. «¿Viene a hacer el examen de nacionalidad?».
Una de las primeras en llegar fue Vani Alison. Tiene 20 años y vino con su madre en taxi desde Bilbao. «Esta mañana estaba muy nerviosa porque no sabía si iba a llegar a la prueba pero el taxi al final acertó». Tras ella iban accediendo otros candidatos de diferentes nacionalidades. Ecuatorianos, venezolanos, mexicanos y hasta un kurdo del norte de Siria. Unos residen en Barcelona (llegaron en avión), otros en Vitoria, y los que viven en la región, llegaron en coche y acompañados de alguno de sus familiares.
Les citaron a todos a las cinco de la tarde, media hora antes de que empezara la prueba, el primer test de los que organiza el Instituto Cervantes que se celebra en la Pontificia de Comillas (es uno de los centros examinadores oficiales de la región junto a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y en el que los candidatos se sometieron durante cuarenta y cinco minutos a 300 preguntas sobre conocimientos constitucionales y socioculturales del país en el que trabajan, estudian o simplemente viven.
La confianza en aprobar sin problemas se palpaba en los prolegómenos porque «he estudiado bastante» como aseguraba la ecuatoriana Almalus Valdés o porque «las preguntas son muy asequibles» como atestiguaba el sirio Lucman Haffar. «Creo que voy a terminar antes de tiempo», se atrevía a aseverar.
Sus buenas sensaciones previas fueron un presagio de sus impresiones tras salir de las resguardadas aulas del centro universitario Ciese-Comillas. «La prueba me ha parecido relativamente fácil. La única dificultad que he visto ha sido el asunto legislativo. En mi país hay otras leyes y cuesta cambiar el chip», explicaba Lina Orlando, una colombiana de 27 años que vive en España desde hace dos años y quiere la nacionalidad española para continuar ejerciendo como médica en España. Se acaba de presentar al MIR y quiere tener «los mismos derechos» que sus compañeros de profesión a la hora de encontrar trabajo.
Un motivo bien distinto es el que llevó a la venezolana Neida Jiménez a presentarse ayer al test. «Quiero vivir en España con todos los derechos porque la situación política en mi país no está pasando por un buen momento y salir de allí es la única alternativa que veo».
A su juicio, no lo tendrá difícil para ver dentro de veinte días hábiles (es cuando se publican los resultados) su nombre entre los aprobados. Leer que una de las preguntas era saber cuál es la profesión de Enrique Iglesias le sorprendió, le hizo gracia y hasta le molestó un poco. «No entiendo que incluyan estas cuestiones. Creo que preguntar por Goya, Salvador Dalí o Ramón y Cajal es mucho más enriquecedor y responde al concepto de cultura general».
David Otero es un mexicano de 26 años que también se sometió ayer en Comillas al test de nacionalidad. Está casado con una española y cree que teniendo la doble nacionalidad beneficiará al futuro a sus hijos. El tipo de prueba a la que se enfrentó le pareció de «lo más razonada y útil» para la gente que quiere quedarse a vivir en España. Lo que no le hizo tanta gracia, aunque cuando las leyó se le escapó alguna que otra carcajada, fueron las preguntas de cultura general.
El entrecomillado simple lo visualiza con ironía él mismo con sus manos cuando se le pregunta por la profesión de Penélope Cruz. «Deberían preguntar sobre algo con más conocimiento. Los nombres de los artistas desaparecen con el tiempo, pero los de las provincias existen siempre». Ahora habrá que esperar a que el Cervantes publique las notas para saber cuántos de los de ayer serán los primeros españoles de Comillas. Con acertar quince les vale. El que no lo logre tendrá otra oportunidad hasta fin de año con los 85 euros que pagó por hacer la prueba.
La alta demanda duplica las pruebas
El interés por obtener la nacionalidad española en Cantabria se ha disparado en apenas seis meses. Justo el tiempo que lleva el Instituto Cervantes realizando el test sobre conocimientos constitucionales y socioculturales de España a través de los más de sesenta centros que tiene repartidos por el mundo. En Cantabria hay dos. El centro universitario Ciese-Comillas, que se estrenó esta semana con una treintena de candidatos, y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), que hasta el momento ha examinado a 243 alumnos en su campus de Las Llamas. Una cifra que, según la institución, va a experimentar un «crecimiento exponencial» de aquí a finales de año.
La prueba del Cervantes se puso en marcha el pasado mes de noviembre. La orden para los centros examinadores era en un principio permitir hacer el examen a cuarenta alumnos por mes. En la UIMP hicieron el primer test tres personas. Sin embargo, al mes siguiente, la dinámica cambió de manera radical. «Llevamos cubriendo el cupo todos los meses y obligando a muchos aspirantes a examinarse al mes siguiente. La verdad es que hay mucha necesidad por hacer esta prueba», explica Teresa Rodríguez, directora de los cursos para extranjeros de la institución académica.
El propio Cervantes reaccionó de forma inmediata y pidió a los centros cierta flexibilidad. «Nos han dicho que facilitemos las cosas a los aspirantes porque es un examen especial con mucha demanda. Hay que intentar evitar los desplazamientos de grandes distancias y que los candidatos puedan examinarse en sus lugares de residencia o en zonas limítrofes».
La solución que ha puesto la UIMP de aquí a finales de año es recurrir a la opción que le dejó abierta el Cervantes. Aumentará el cupo a 80 alumnos por prueba sin descartar nuevos incrementos «si la demanda sigue creciendo». Los cálculos de Rodríguez no son nada exagerados. Las ochent plazas para la siguiente prueba, la de mayo, se han agotado. La UIMP ya se ha preparado para la marea. Han desdoblado las aulas con dos personas acreditadas para hacerse cargo del creciente número de aspirantes.
Esta alta demanda no solo se nota en el test de nacionalidad. La prueba anterior sobre lengua española a la que tienen que someterse los aspirantes que quieran hacer la prueba también se ha visto desbordada en el campus de Las Llamas. «Trabajamos con un cupo de 25 y desde febrero hasta mayo ya hemos cubiertos todas las plazas». Entre las doce convocatorias que aún quedan por celebrarse en la región las que alberga la UIMP y las que acoge Ciese-Comillas más de 700 extranjeros pondrán a prueba su nivel de conocimientos sobre el país en el que residen actualmente.
Interés por la prueba
¿Pero a qué se debe tanto interés por hacer el test? Desde la UIMP no se atreven a dar una razón generalizada y simplemente lo achacan a los requisitos legales que se ven obligados a cumplimentar los miles de extranjeros que solicitan cada año la nacionalidad española.
Para Teresa Rodríguez, «es muy importante demostrar que sabes relacionarte y comunicarte para vivir en un país». Y eso, a su parecer, es algo que se puede demostrar sin problemas en la prueba porque «simplemente con empaparte de los aspectos cotidianos del día a día pueden absorber la suficiente información como para enfrentarte al test con garantías».
Y cuantos más lo hagan mejor mejor para los centros. La UIMP y Comillas ven con agrado cómo aumenta su clientela. «Para nosotros, como centro acreditado del Instituto Cervantes, es muy importante hacer la prueba. Primero por nuestro compromiso con la enseñanza del español. Y segundo, porque estamos recibiendo muchos alumnos y eso es una manera muy buena de hacer más visible a la UIMP». El mismo sentido ven a la prueba desde la Fundación Comillas. «Esto es un complemento que viene muy bien a nuestra oferta académica sobre el conocimiento de la lengua española».
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