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Álvaro Machín
Martes, 14 de marzo 2017, 07:55
Revilla tiene un truco para empezar estas cosas. Entra en el hemiciclo, se sube al atril en silencio y, antes de nada, busca con la mirada al crío que está sentado en un escaño concreto. "¿Tú has pedido permiso para ocupar el sitio del presidente? ... Vienes aquí, te sientas ahí, que ni te han votado ni nada... A las cuatro tengo que estar ahí sentado, así que déjame el asiento calentito". Con la broma rompe el hielo y se va ganando a los chavales. Luego les cuenta sus historias.
Lo mismo les mete a Don Pelayo que les relata los dos años que se pasó trabajando en la Bolsa de Bilbao. Ayer, a los niños de quinto de Primaria del colegio Cabo Mayor de Santander que visitaron el Parlamento les insistió mucho en combatir que se humille a cualquier compañero. "Nadie es más que nadie. No lo consintáis". Y, por el medio, no faltó alguna pulla. "Ser político y hacer las cosas medianamente bien es difícil. Ahora, serlo para sentarte en el Senado cuatro años, no abrir la boca, cobrar y no hacer nada...". Todo bien, salvo que algún tiro le salió por la culata. Después de un rato hablando de Cantabria, de la autonomía, del escudo, la bandera y hasta de ADIC, un chaval tomó el micro para la última pregunta de la mañana: "¿Y tú en qué partido estás? ¿En Ciudadanos?".
¿Qué le parece eso de El pacto de las lentejas?
¿A qué te dedicabas antes de ser político?
¿Por qué le querían cambiar el nombre a Cantabria?
¿Era buen estudiante cuando era pequeño?
Sabe que juega con ventaja. La tele y los niños. Y él sale a todas horas. Para introducir su advertencia ante cualquier brote de "xenofobia o humillación en las aulas" contó la misma historia que había contado la noche antes en el sofá de Risto Mejide. "Chester, chester...", repetían los chavales en los escaños del Parlamento. Que era "más de pueblo que las amapolas" y que, en los primeros días como estudiante en Santander, hizo lo que le habían dicho. Seguir a uno con rasgos bien marcados para no perderse. En su caso, a un tal José Antonio, "alto y con la nariz muy grande". Por seguirle, aunque al joven Miguel Ángel no le tocara, le siguió hasta el comedor. Y lo hizo, por desconocimiento, hasta que el padre Aureliano le cogió de la oreja a los tres días y dijo ante todos: "Ya hemos cogido al gorrón".
"Los niños somos muy crueles. Me entró un trauma. Por eso, hasta los 17 estuve avergonzado, humillado. Fui mal estudiante, pero fue culpa mía". Revilla recitó en el atril los cabos de España de memoria. Más le valía aprendérselos y por orden si no quería toparse con la "regla de don Antonio". "Y era una manera de estudiar tonta...".
Los chavales le preguntaron, sobre todo, por la política. Que si cuánto tiempo en ello, que si era difícil, que si los estudios... "La política no se estudia. Es una vocación. Yo no entiendo alguien que se dedique a esto si no lo vive". Eso sí, dejó caer un "no está bien eso" al referirse a "los que no han hecho ni la ESO y han llegado a ministros" o los "presidentes que no han trabajado nunca en nada". Y, por si acaso, tiró de historial. "Además de economista, diplomado en Banca y Bolsa. Con 24 años era profesor de Economía en la Escuela de Dirección de Empresas de Santander". La universidad, el Banco Atlántico...
Quedó tiempo para la curiosidad. Para que le preguntaran por "el pacto de las lentejas" "Mariano para ser presidente prometió el oro y el moro y ahora que ya está... Ahí va a haber lío" y para que contara que mañana sale en la tele con Bertín. "Le metimos en el cacharro (el teleférico de Fuente De) y a mitad de subida empezó a temblar. Le tuvimos que poner encima una chaqueta". Ya puestos, con eso de la televisión, se comprometió a mandarles un saludo en el próximo programa que salga. "Uno que sea en sábado, para que podáis verlo e ir a la cama más tarde". A ver si cumple.
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