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José Carlos Rojo
Lunes, 20 de marzo 2017, 07:16
Entrevistar de una vez a Jaime Acebo (Santander, 1980) es lo más parecido a una campaña imposible. Los vecinos de la villa de Noja lo abordan continuamente para comprar cupones o para verificar si los antiguos tienen premio. Es toda una personalidad pública, confían en él. "Puedo definirme con un rasgo: honestidad. Creo que es lo más importante que puede tener alguien, y me parece que la gente lo valora mucho", cuenta el mejor vendedor de la ONCE de 2016 en Cantabria lo fue también en 2010, que se reunió en Madrid el pasado día 3 con sus homólogos de otras comunidades en la ceremonia de estos galardones.
Esa armadura de cupones con la que sale a la calle cada mañana desaparece rápido a lo largo del día.
Tengo la suerte de vender mucho, sobre todo en Semana Santa y en los meses de verano, que es cuando más gente hay en Noja.
Pero para ser el mejor de Cantabria ha tenido que monetizar también la temporada baja...
Soy el único vendedor que hay en invierno en Noja, eso también ayuda.
No sabe la cifra exacta de cupones que despachó el pasado año, ¿verdad?
Pues hombre, la cifra exacta... No.
Aunque parece que el cariño que le profesa la gente vale más que una cifra...
Creo que he demostrado muchas veces que soy una persona honesta. La empresa también valora eso a la hora de conceder el premio, supongo. La honestidad, la implicación con en la zona, la buena relación con la gente, etc.
Y saber trabajar de cara al público...
Hay que tratar bien a todo el mundo, claro, y entender que cada cual tiene sus cosas, cuando vienen de buenas y cuando están de malas.
¿De malas?
Hay personas que de pronto se enfadan porque no ganan, o sencillamente dejan de venir a comprar. A veces, también, tiene que ver con las dificultades económicas.
Tendrá cientos de anécdotas...
Recuerdo una muy reciente. La de un chico que estaba vendiendo en el top manta. Me compró un rasca y le tocaron 100 euros. Aquel chaval lo celebró muy contento. Miraba al cielo y repetía: gracias Dios. Dios bueno, Dios bueno. Ypolicías malos. Ese fue un caso gracioso. Luego los hay más tristes. Hubo una persona que me encargaba que le guardara siempre el número. Lo guardé durante tres meses sin que apareciera. Estaba muy extrañado por su falta de formalidad porque no era propio de él. Pasado ese tiempo me enteré de que había fallecido y me entró una pena tremenda.
¿La gente mayor compra más?
Para nada, lo que ocurre es que hay diferentes productos para distintos perfiles. Los jóvenes se inclinan por los rascas, que son más baratos y digamos que ofrecen un premio más inmediato, porque no hay que esperar a verificar nada. La gente mayor sigue optando por los cupones de toda la vida.
¿Solo buscan el premio o son conscientes de la labor social?
Hay de todo. La mayor parte busca, como es lógico, el premio. Pero de fondo subyace la función social, claramente. Sobre todo cuando toca justificar la compra día tras día. Me sucede a mí, que cuando acudo a alguna ceremonia de la ONCE y aparece toda esa gente a la que estamos ayudando con nuestro trabajo, me vuelvo más consciente de los grandes beneficios que trae mi labor diaria para mejorar la vida de muchas personas.
La integración social de este colectivo es cada vez mayor. Las cosas han cambiado mucho para bien.
Es un gran cambio que avanza cada día y que está transformando la vida de mucha gente que tiene muy buena cualificación para realizar muchas tareas pese a su discapacidad. Cada vez que hay un nuevo avance a ese respecto nos enorgullecemos mucho de nuestro colectivo.
¿Todavía queda por hacer?
Claro que hay muchas cosas que mejorar;pero lo importante es mirar al pasado y ver todo lo que hemos avanzado. No hace mucho tiempo alguien con algún tipo de discapacidad tenía vetados muchos trabajos de forma tajante e inexplicable y ahora ya no sucede eso. La realidad es que podemos ocupar puestos de trabajo con idéntica competencia con que lo hace el resto de la gente. Pero es cierto que aún falta trabajar más sobre la conciencia social, porque los beneficios fiscales que recibe una empresa por tener una política de contrataciones de este tipo no es la realidad de la calle.
Cuénteme algo de su historia personal, ¿cómo llegó aquí?
Nací en Santander pero soy de Miera. Allí mi familia conserva la ganadería pero a los 18 años decidí dejarlo porque no le veía mucho futuro. Tuve la suerte de entrar a trabajar en la ONCE y pasado todo este tiempo creo que puedo estar orgulloso de lo que estoy haciendo. Llevo 16 años en Noja y ya me han premiado dos veces. No esperaba lo de este año, la verdad.
¿En serio?
No, de verdad. Estos galardones suelen repartirse para reconocer al mayor número de compañeros posibles, que como yo hacen cada día un gran trabajo por toda Cantabria.
Si fue distinguido en 2010 y lo vuelve a ser ahora, en 2016, quiere decir que le vuelve a tocar dentro de cinco años...
Quizás (risas).
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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