La compuesta
Todas las grandes infraestructuras y proyectos de Cantabria de los últimos años han sido sufragados con programas de la Unión
Juan Luis Fernández
Lunes, 27 de marzo 2017, 07:22
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Juan Luis Fernández
Lunes, 27 de marzo 2017, 07:22
La Unión Europea cumple 60 años. Nuestra presencia en ella, solo 30. El solo se debe a que estamos cumpliendo 80 de nuestra última guerra ... civil. Tal diferencia es lo que nos pasa: medio de siglo de retraso respecto de la evolución de Europa occidental. Entramos en la UE, precisamente, para acelerar la convergencia. Los socios nos alimentaron con sustanciales inyecciones financieras. Cantabria es prueba concluyente: todas sus grandes infraestructuras y proyectos de los últimos años han sido sufragados con programas de la Unión. Las normativas reguladoras del mercado común han afectado decisivamente a nuestra economía.
Ahora bien, ¿pensamos ya como europeos? Hemos eliminado de la Plaza de Italia el monumento a los voluntarios mussolinianos que ayudaron a la mitad nacionalista española a conquistar la republicana ciudad de Santander en 1937. Muy bien, pero, ¿hay alguna iniciativa con la cual queramos reconocer que nuestra historia no es explicable sin la de Italia?
Lista larga. Los emplazamientos mineros o urbanos que debemos a Roma. La lengua que hablamos y escribimos, es decir, en que pensamos. El sistema religioso que en Roma tiene su referente. (Aún anda en el vacío la petición de González Echegaray de un monumento a Octavio Augusto.) Las formas de la Italia tardomedieval, renacentista y barroca, presentes en nuestras artes plásticas y poéticas.
Los ilustrados italianos que vinieron con la dinastía borbónica. El impacto de la invasión napoleónica (un corso es una síntesis italo-francesa y en las tropas imperiales venían italianos). El influjo de la cultura de la Italia del Risorgimento, con su Mazzini y su Verdi. Nuestra primera universidad tuvo licencia romana. Italianos montaron la gran industria de la conserva de la anchoa; italianos trajeron la técnica de la Snia para crear en Sniace un productor nacional de fibra artificial.
¿Dónde está la memoria histórica de todo esto? Y lo que decimos de Italia, también lo podemos afirmar de otros europeos. En cuanto usted entra en la consulta del médico, queda lingüísticamente en manos de Hipócrates, el griego, con sus algias, itis y patías. Aún viven entre nosotros los descendientes de los flamencos que gestionaron las fundiciones militares de La Cavada y Liérganes: Cubrías, Otís, Uslés. Belgas son también industrias como Solvay. No faltan firmas alemanas. Y ocioso sería recordar nuestros vínculos con la vecina Francia, o la permanente atracción británica.
Pero podemos simplemente empezar por Italia. En el sexagésimo aniversario europeo, querríamos destacar esta influencia íntima a través de los siglos. Es la idea de Montesquieu, recogida después por Ortega y Gasset, de que Europa es una nación compuesta de varias («LEurope nest plus quune Nation composée de plusieurs»). Mientras pedimos unos espaguetis a la carbonara, ¿qué tal un homenaje a Italia, como paso a una verdadera conciencia europea, más allá del prosaico euro e incluso de nuestras épicas victorias sobre el fascismo en el mobiliario urbano?
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