De fábula
"Ayer, perplejos con la polémica por el también falso pedigrí académico de la alcaldesa de Santander, ya tiramos menos piedras. Aún no ha dimitido"
Olga Agüero
Viernes, 31 de marzo 2017, 07:17
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Olga Agüero
Viernes, 31 de marzo 2017, 07:17
La vida a veces aparenta ser una concatenación de casualidades. Pero ya advirtió Einstein que Dios no juega a los dados. Hace tres días ... lapidamos públicamente a Estela Goikoetxea por mentir diciendo que era licenciada. Dimitió. Ayer, perplejos con la polémica por el también falso pedigrí académico de la alcaldesa de Santander, ya tiramos menos piedras. Aún no ha dimitido. Y hoy el dedo que señala la luna nos ha puesto mirando al Centro Botín tampoco ahora conviene orientarnos a Murcia que, por fin, se convertirá en mariposa después de cinco años anunciándonos que viene el lobo.
El cuento cobra aquí una doble dialéctica. Ciudadanos incrédulos a los ecos de pastorcillos mentirosos pregonando títulos falsos, por mucho que camuflen la falsedad bajo el generoso eufemismo del error como han hecho ambas perjudicadas. Y ciudadanos indiferentes ante el enésimo anuncio de apertura del Centro Botín que tras tantas tentativas ya parece haber desmayado la expectativa.
La moraleja de esta fábula: cuando alguien nos ha engañado ya no podemos creerle aun cuando diga verdad. Pero un político no necesita tener crédito para seguir gobernando. Aunque, lamentablemente, resistencias como éstas que si está medio imputado, que si engañó solo por escrito alimentan la mala reputación de la política.
Estamos rodeados de impostores que sobrevivieron políticamente cuando les quitaron la careta. A Elena Valenciano primero le sobraban dos licenciaturas y ahora también le faltan dos asignaturas. El exdiputado por Cantabria Moreno Bonilla presumió de falsa titulación. Tomás Burgos se hizo pasar por médico durante tres legislaturas. Ninguno se fue para casa. La dimisión de Goikoetxea es una extravagante reacción germánica.
Aquí ni siquiera se exige que el pastorcillo se arrepienta. Basta con que borren el falso currículo para ganarse el indulto. Les perdonan hasta la penitencia, aunque la exija la oposición. Porque la indulgencia plenaria la conceden los concejales de Ciudadanos, disciplinados apéndices de los populares, a su vez miopes ante vigas en ojo propio.
Tal vez no necesitamos abrir la puerta del Centro Botín, sino abrir la puerta del Perdón. A ver si corre el aire.
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