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Rosa Ruiz
Domingo, 2 de abril 2017, 07:50
Hace casi 40 años Rafael Álvarez El Brujo leyó la autobiografía de un yogui que le dejó «una impresión honda y duradera». Se trataba de la aventura vital de Paramahansa Yogananda buscando el misterio último de la existencia y la certeza final de haberlo encontrado. ... Una historia «entrañable, humana, sencilla y de gran belleza» que dejó su semilla en este cómico nacido en Lucena (Córdoba) en el año 1950 y que ahora ha decidido dar a conocer en un monólogo, que estrenó en Málaga el pasado día 10 y que el próximo fin de semana representa en Santander.
Será el viernes y sábado, en el Casyc, con un montaje que lleva por título Autobiografía de un yogui y en el que el reflexiona, por medio del humor, sobre la constante «búsqueda de lo que hay más allá del muro».
Descubrió este libro hace casi cuarenta años. ¿Cree que tiene la suficiente vigencia para llevarlo a las tablas?
No solo está vigente ahora, sino que lo seguirá estando durante muchos siglos. Este libro es la autobiografía Paramahanda Yogananda, el propagador del yoga en Occidente y su constante búsqueda de lo que hay más allá del muro. En él se recoge la sabiduría antiquísima de los grandes maestros de la India milenaria. Es una actualización de esa filosofía por un yogui contemporáneo que llegó a los Estados Unidos en 1920 y desde allí hizo su labor. Muchas técnicas de meditación y casi todas las cosas relacionadas con el yoga las conocemos hoy en día debido a la labor especial de Yogananda y de algunos otros yoguis que vinieron después.
¿La meditación podría hacer llegar a cambiar la sociedad?
Yogananda dice literalmente que la sociedad «es una abstracción antropomórfica». Es decir, un contacto abstracto que no existe. La sociedad son una serie de individuos y el pueblo o la nación, una forma de nombrar a ese colectivo. Lo real es el individuo y si el individuo cambia, cambia la sociedad. Lo que no puede es cambiar la sociedad sin que los individuos lo hagan. Por eso los políticos de los que se espera tanto acaban desencantado a sus propios seguidores porque el cambio no puede venir de arriba. Cuando cambie la gente cambiarán los gobernantes. ¿Cómo vas a querer que un político no te robe si el primero que intenta hace trampas en la Declaración de la Renta y los otros impuestos es el ciudadano? Cuando el ciudadano tenga otro tipo de conciencia los políticos también serán diferentes.
¿Por qué recurre al humor a la hora de presentar las ideas espirituales del libro?
Recurro al humor porque las ideas solemnes pueden ser pesaditas y el humor siempre aligera, distiende y abre los poros no sólo de la piel sino de la mente y del corazón. Es un instrumento del teatro, porque el teatro tiene que divertir.
¿Y esos mensajes tan espirituales tienen cabida en una sociedad tan materialista como esta?
Yo intento transmitirlas con humor y con mis propias técnicas en el escenario, pero sobre todo con el convencimiento de que las ideas espirituales del yoga, del Oriente y del misticismo oriental non son tan moralistas como la gente piensa ni están basadas en una especie de criterio moral como el cristianismo o el catolicismo occidental que es más de índole moralizante. Las ideas místicas del Oriente están más basadas en la sabiduría y en el conocimiento. La bondad viene de saber que el mal camino es desastroso, la bondad viene del conocimiento de las leyes y no solo las que gobiernan la vida física sino las más sutiles. El yoga está basado en la práctica. No se trata de ser bueno porque si no estás condenado a la vida eterna.
¿Cuánto hay de improvisación en sus monólogos?
En Autobiografía de un yogui no mucho. En otros bastante más, pero en este me ciño más al contenido de la obra, porque es una adaptación de la peripecia biográfica de Yogananda. Yo adatado la vida que ha contado él en ese libro a un monólogo.
Lleva muchos años haciendo monólogos. ¿No echa más de menos a otros actores en el escenario?
No, la verdad es que no los echo de menos (ríe).
El pasado mes de febrero estuvo en Torrelavega con un montaje sobre Don Quijote. ¿En qué se parece Alonso Quijano a Paramahansa Yogananda, el autor de la Autobiografía de un yogui.
Pues en realidad en nada, pero fíjate que en un momento de El Quijote, Alonso Quijano dice que ha conocido a un gimnosofista que era la forma en la que se llamaba a los yoguis en el siglo XVII, gimno por gimnasta y sofista por sabiduría. Eran filósofos que incluían en sus actividades no solo la elucubración mental sino también las posturas y los ejercicios físicos. Pero realmente no tienen nada de comparación a no ser que entiendas a Don Quijote como una metáfora o una expresión simbólica de una forma especial de sabiduría, porque Don Quijote es un loco que realmente no está loco. Yogananda es un místico. Alguien que se dedica a la meditación.
Parece que ha creado su propio sello. Elige personajes de la literatura universal que hace suyos por medio de la palabra y el humor. ¿Como los elige y los prepara?
Las obras las preparo con mucho tiempo, porque mientras estoy de gira voy preparando poquito a poco la siguiente. Voy leyendo, porque leo mucho de cada tema ya sea de yoga o de Teresa de Jesús. Necesito tiempo, y cuando hablo de tiempo me refiero a tres o cuatro años. Cuando empiezo a escribir el texto suelo tener una información exhaustiva.
¿Está preparando algo ahora?
No. La verdad. Estoy exhausto acabo de estrenar esto de Yogananda hace tres semanas y ha sido un trabajo muy intenso.
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