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IRMA CUESTA
Lunes, 17 de abril 2017, 07:34
Hace ya unas cuantas décadas, cuando la aversión de Adolf Hitler por los judíos comenzaba a sembrar de cadáveres Alemania, muchos de ellos pasaron por el quirófano para operarse la nariz. El objetivo no era otro que intentar pasar desapercibidos, eliminar cualquier rasgo que les ... identificara como hebreos y, con un poco suerte, salvar así la vida. En nuestros días, borrar a golpe de bisturí los rasgos más reveladores de nuestra etnia poco tiene que ver con el miedo y mucho con el deseo de ser mejor aceptados o, simplemente, de parecernos a quienes hoy en día encarnan el paradigma de la belleza universal. Sea cual sea la razón predominante, hacerlo se ha convertido en una práctica tan habitual como peligrosa. Arrastrados por esa suerte de locura generalizada, miles de asiáticos, africanos y latinoamericanos gastan fortunas y arriesgan sus vidas buscando pieles más blancas, narices más estrechas y largas, ojos redondos y rostros ovalados. Pero esto no solo ocurre ya en Corea, China, Nigeria, Filipinas o Ghana; hace tiempo que la pandemia ha llegado a Europa y amenaza a España.
Las operaciones más solicitadas por las asiáticas son el aumento de nariz una intervención mucho más compleja que la de reducción, dado que se puede necesitar hueso de una costilla y que sale por unos 7.000 euros; de párpados, que puede costar 4.000; de cara (con el objetivo de tener un rostro con forma de V), que no cuesta menos de 6.000 euros; y de mamas, porque suelen tener poco pecho. Las latinas y africanas estrechan sus narices.
En solo unas semanas, varias mujeres de la familia de Fang Bingbing, la actriz china que interpreta el papel protagonista de Yo no soy Madame Bovary la película que el año pasado se hizo con la Concha de Oro de San Sebastián visitarán España. Las chicas estarán aquí el tiempo suficiente para darse una vuelta por Barcelona, visitar la Sagrada Familia, atiborrarse a butifarra y acudir a IM Clinic, el hospital que dirige el cirujano plástico Iván Mañero. Cuando salgan de allí sus ojos lucirán más redondos, sus narices más grandes y sus caras algo más estrechas, si el doctor cree que sus deseos pueden cumplirse. Este especialista da fe de que la demanda de cirugía plástica para borrar la raza ha llegado a España para quedarse.
Hasta ahora dice era habitual que a su consulta llegaran latinoamericanas o africanas demandando una intervención de nariz, pero ahora comienzan a ser muchos los asiáticos que reclaman sus servicios."Las modas actuales exigen tener un cuerpo típicamente latino esto es, un buen culo, mamas grandes y poca cintura, pero una cara típicamente caucásica. Y el incremento del turismo de la creciente clase media china, unido al afianzamiento en España de occidentales y sudamericanos que ya contemplan este como su país y como su lugar de residencia, está haciendo que este tipo de cirugía haya despegado".
El doctor Mañero explica que, entre los asiáticos, las intervenciones más demandadas son el aumento de nariz. Y, por supuesto, las blefaroplastias, para crear ese doble párpado del que carecen y que quizá sea el rasgo que más diferencia a un oriental de un occidental. Buscan un rostro con forma de uve. Al igual que muchos de sus colegas, sabe que las mujeres que llegan a su consulta pidiendo este tipo de transformaciones lo hacen arrastradas por las modas y por el deseo de pertenecer a las clases poderosas.
El barrio de las mejoras
La prueba de que el ansia por parecer occidental lleva mucho tiempo prendida al otro lado del mundo son el centenar de operaciones de ese tipo que, cada día, se realizan de media en cualquiera de las quinientas clínicas que copan el distrito coreano de Gangnam, en Seúl. Lo llaman El barrio de las mejoras. ¿El problema? Que aproximadamente el 80% de los médicos que realizan operaciones allí no tiene los certificados que se exigen para hacer ese tipo de intervenciones. De hecho, muchos de ellos son dentistas.
En cualquier caso, el deseo de eliminar lraza como fórmula de integración social no solo se satisface entre las paredes de una clínica de cirugía estética. Hace décadas que muchas asiáticas, africanas y latinas echan el resto en tratamientos y cremas buscando ser más blancas. Cuando hace poco más de un año apareció en el mercado chino la Casio Exilim TR, una cámara a la que han apodado zipai shenqi (la mejor arma para autofotos), nadie podía imaginar que a la vuelta de unos meses se las quitarían de las manos. ¿Qué tiene el ingenio para que el personal, especialmente el femenino, haga lo imposible por hacerse con una? Una lente mágica. La Exilim TR, que ha pasado de costar 230 dólares a alcanzar los 760, tiene el poder de blanquear la piel de quienes fotografía. Resulta que, invariablemente, tras la captura, el software de la maquinita le baja a uno la piel un par de tonos.
La cosa podría parecer un chiste si no fuera porque en ese empeño de aclarar (de verdad) el cutis, cientos de personas llevan décadas jugándose la vida mientras algunas industrias cosméticas ganan enormes fortunas. Según datos publicados en Asian Scientist, en 2014, los productos blanqueadores movían en el mundo 15.000 millones de euros al año y copaban un 18% del mercado de productos de belleza. En opinión de la consultoría Global Industry Analysts, en 2020 alcanzarán los 23.000 millones.
Rasgo de valor
Los datos son demoledores: en China el mercado del blanqueamiento de rostro supone ya un 74% del de cuidados faciales en general. Cuatro de cada diez mujeres de Filipinas, Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur los usan habitualmente y, en Europa, en países como Gran Bretaña o Francia, donde un porcentaje significativo de la población es de raza negra, la comunidad médica alerta de los riesgos para la salud de querer ser blanca cuando se ha venido al mundo con la piel oscura.
Ainhoa Placer, cirujana plástica y responsable de comunicación de la Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética (SECPRE), reconoce que en España este tipo de demandas no están por ahora generalizadas, si bien este asunto ha sembrado la preocupación entre los galenos de naciones vecinas."Desde siempre, la piel blanca ha sido un rasgo de valor en la población oriental, y un símbolo de belleza y de estatus social alto en Extremo Oriente. Por eso siempre tratan de protegerse del sol con paraguas, guantes, etcétera. A esas medidas les añaden peelings, tratamientos con láser, cremas despigmentantes Lo que está claro es que nadie debe someterse a ninguna intervención o tratamiento si no lo hace bajo la supervisión de un médico o un cirujano especializado, porque las consecuencia pueden ser terribles e irreversibles en muchos casos. Tampoco es aconsejable administrarse una crema sin que su utilización esté vigilada por un dermatólogo", advierte.
Aunque el blanqueamiento esté considerado por la mayor parte de los médicos europeos como una práctica inmoral, buena parte de las asiáticas, africanas y latinas están convencidas de que las mujeres con una piel más clara podrán acceder a una vida mejor. No es solo que los hombres ricos y poderosos, ya sean negros o blancos se casen con blanquitas, sino también que las posibilidades de lograr un buen trabajo aumenten considerablemente cuando uno es un rostro pálido.
Los sociólogos apuntan que poco o nada ayuda el ejemplo de las celebrities. No hay que remontarse a la era de Michael Jackson y su obsesión por desteñirse para encontrar ejemplos. Hace solo unos días, la rapera norteamericana Azealia Banks promocionaba en Instagram Whitenicious, una crema presuntamente blanqueadora."Quizás yo quiera lucir como la princesa Jazmín. Quizás quiera lucir como Pocahontas o como Cleopatra. O quizás quiero lucir como una chica negra que usa cremas blanqueadoras", replicó la muchacha cuando una legión de seguidores la cubrió de críticas.
En cualquier caso, la suya es la decisión de una mujer adulta y culta que vive en un país del primer mundo. El problema son las cientos de miles que lo hacen desde la absoluta ignorancia. De hecho, dos de cada tres mujeres no conocen los múltiples riesgos de usarlas. Varios estudios han constatado que el componente más utilizado en esos ungüentos son los corticoides, si bien a menudo también incluyen derivados del mercurio o la hidroquinona, un agente blanqueador prohibido en la Unión Europea y en China. Ahora, dicen, se ha puesto de moda emplear el potente antioxidante glutation. La cosa no queda ahí. Hay quien añade lejía y detergentes a ese turbio cóctel químico. Todo para perder color.
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