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Javier Menéndez Llamazares
Sábado, 22 de abril 2017, 08:31
Cincuenta años de tablas dan para mucho, tanto como pasar de galán a voz inconfundible, de ser la cara del teatro al sonido familiar del ... cine y la televisión. Para los más veteranos, Julio Núñez era aquel actor apuesto y algo serio que protagonizaba las tardes teatrales de la televisión en blanco y negro: fue Segismundo en 'La vida es sueño' o el capitán de 'El alcalde de Zalamea'. Pero es también la voz con la que todos los españoles identificamos a mitos de la gran pantalla de las dimensiones de Omar Shariff o Peter O'Toole. O personajes de tanto éxito como el protagonista de 'Dinastía', Blake Carrington. Sin saberlo, la voz profunda y modulada de Julio Núñez nos ha acompañado desde hace medio siglo, de los clásicos hasta The Simpsons. Basta con cerrar los ojos y escuchar alguna de sus interpretaciones, al alcance de un clic en internet: es la voz que ha reforzado el carisma de Anthony Quinn, John Wayne, Richard Harris, Charles Laughton en 'La Posada de Jamaica', Martin Landau, Charles Aznavour en 'El Tambor de Hojalata', Derek Jacobi, Max von Sidow o Marlon Brando en 'Apocalypse Now'.
Una voz prodigiosa, al servicio de un actor de técnica deslumbrante; asegura el curtido periodista Javier Rodríguez -la voz de las mañanas radiofónicas de Cantabria durante tres décadas- que escuchar a Julio Núñez impostando voz cascada y técnicamente dificilísima de Colombo era «un verdadero máster del oficio, cada capítulo era una clase de interpretación». Hasta en trece episodios llegaría a prestarle su voz sólo en las reposiciones con las que Telecinco revivió la serie en los años noventa.
El gran salto
Julio Núñez Merino había nacido en Torrelavega el 13 de junio de 1930, como el último de siete hermanos. Su madre era peluquera y su padre protésico dental, pero antes de la guerra había sido proyeccionista del Teatro Principal. De la época, Viadero y Porras han rescatado algunas imágenes de pantalones cortos y hambre de posguerra, pero iluminadas por la sonrisa irreductible de la infancia. En cuanto cumplió los diecisiete se trasladó a Santander, buscando su oportunidad. Serían cinco años intensos, que comenzaron con su entrada en el cuadro de actores de Radio Santander, 'La Voz de la Montaña', por donde ya habían pasado Alfredo Muñiz o José Hierro.
El siguiente paso sería un salto mortal: tras impresionar al director de escena José Tamayo en una prueba para sustituir a Francisco Rabal, debuta en Santander interpretando 'El anticuario', y a continuación firma con la compañía 'Lope de Vega' iniciando una gira nacional.
De los escenarios pasaría a la gran pantalla, participando en una quincena de películas, en su mayoría entre 1957 y 1963: 'Caravana de esclavos', 'Un paso al frente' o 'El emigrante'. Los años sesenta estarían marcados por su etapa televisiva, en 'Estudio 1' o 'Novela'; interpretaría a Macbeth o Buero Vallejo, y posteriormente se iría alejando de los escenarios, apareciendo en series de renombre como 'Fortunata y Jacinta' o Juncal, y centrándose con gran éxito en su faceta de doblador, participando también como narrador en diversos eventos.
La gran sorpresa llegaría en 1998, con la llamada de Isabel Coixet. En su regreso al cine deslumbraría con su interpretación de un viejo maestro que rememora el fracaso sentimental de su vida. Su voz en off sirve también de narrador, envolviendo a la película de una atmósfera «desaforadamente romántica», como señalaría el crítico Fernando Méndez-Leite. Aunque alejado de los escenarios, en los últimos años no dejaría de trabajar, ya centrado en su papel de actor de doblaje, especialmente de televisión
Con el cambio de siglo, su corazón empezó dar muestras de agotamiento y en 2007 le implantarían un marcapasos, pero no serviría de nada: semanas después, el 17 de enero de 2008, fallecería en su casa de Madrid, tras sufrir una insuficiencia respiratoria. Tenía setenta y siete años.
De carácter
En su memoria, el Festival Internacional de Cortometrajes de Torrelavega entrega anualmente los Premios de Interpretación Julio Núñez, y queda de él, además de los registros audiovisuales, multitud de buenas críticas que pueden rastrearse en las hemerotecas y en muchas páginas de internet. Recibió en vida distinciones importantes, como el Premio Nacional de Radio y Televisión en 1968, pero ese reconocimiento, sobre todo de los especialistas, no se corresponde con el éxito de otros artistas de similar recorrido. Tal vez su fuerte personalidad no le ayudara demasiado a la hora de conseguir el favor del gran público; hasta sus biógrafos Gabriel Porras y José Ramón Saiz Viadero, en el libro que le dedicaron en 2002, le agradecen «haber facilitado la tarea hasta allí donde su forma de ser le permite». Leyendo su semblanza, descubrimos a un actor singular, que se permitía rechazar papeles «que no me iban», dado al sarcasmo y que «cultivaba de forma un tanto voluntaria el malditismo». «Lo que pasa es que tengo una lengua norteña muy fuerte. Soy un hombre de tacos», llegó a afirmar para justificar su fama de pocos amigos, pero resulta difícil no coincidir con su biógrafos en que su recuerdo ha quedado muy debajo de sus méritos.
«Mi vida privada, mi biografía personal no me interesan nada», llegaría a afirmar, y a demostrarlo sobradamente. A cambio, nos legó momentos memorables, como el que se puede experimentar simplemente con poner su disco 'La magia de la poesía española' y cerrar los ojos para paladear todo su talento interpretativo.
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