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Santiago Gutiérrez Calle
Martes, 25 de abril 2017, 11:02
Esta semana pasada, la Champions League, una de las mejores competición del planeta fútbol junto a la Copa del Mundo de selecciones nacionales, resolvió qué equipos jugarán las semifinales. La alegría esta vez sonrió, por lo que atañe a los equipos españoles, a los seguidores ... de los equipos de Madrid: Real y Atlético. Y la decepción, que la hubo, se apoderó de los incondicionales del Barça, al no conseguir sus jugadores levantarse de la caída que sufrieron una semana antes, que por inesperada, les dejó en un estado confuso y que les proporcionó más voluntad que luminosidad. Esta competición nos ofrece a veces partidos que son más pesados que intentar pitar fuera de juego en un futbolín.
Es innegable que los jugadores participantes, que se han convertido en referencia de la mercadotecnia que nos vende calzoncillos, pasta de dientes y goles mil veces repetidos, tienen tal poder de requerimiento y tal elevado grado de difusión que hacen que estos partidos sean por sí solos un espectáculo al que se adhieren masas de gente de cualquier parte del mundo y sientan ser partícipes de alguno de los equipos en liza. El nexo de unión principal es verlo ganar con asiduidad y sentirse apegados de alguna manera a los ídolos a través de la televisión. Y la semana del espectáculo acabó con el siempre esperado Real Madrid-Barça del domingo. Donde, visto lo visto, no me extraña que haya seguidores que sus preferencias de pertenencia las antepongan a lo más cercano. Prefiriendo, sin dudar, depender de ese engranaje donde el primer movimiento del espectáculo se remite a la frase de Eduardo Galeano: «Somos, porque ganamos, si perdemos dejamos de ser».
En el otro lado, se encuentra nuestro representativo, donde juegan futbolistas más cercanos. Ellos sólo nos venden ilusión. Y los que les seguimos nos circunscribimos, normalmente, en los límites de Cantabria. Después de una semana relajada con vacaciones y confraternización con los bravos jugadores de rugby del Senor Independiente. Un buen presagio de lo que para ambos fue el fin de semana deseado. En el Racing la semana acabó bien. Se alcanzó el liderato; reapareció Granero, a quien dio la impresión que el campo se le hace corto; el club dio otro paso para estar mejor organizado, síntomas de que todo empieza a ir bien en nuestro equipo, el del paisanaje.
Recuerdo a mi tío Ernesto, industrial de calzado y residente en Sitges, que cada vez que realizaba la ruta del norte para comercializar sus productos, me traía alguna camisa, banderines, insignias y las revistas Barça y RB. Propaganda sobre las cosas del Barça. Yo era un niño que empezaba a romper calzado jugando al fútbol. Él me quería ganar para la causa culé. Resistí a la tentación y quedé limpio para ver el fútbol espectáculo de una manera aséptica. Elegí lo más cercano, el sufrimiento consciente. Y alcanzar de vez en cuando un poco de cielo con nuestros humildes triunfos. La realidad de esto es que se puede cambiar de hábitos en la vida; pero de equipo de fútbol, una vez elegida la preferencia, es dificilísimo renunciar.
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