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Olga Agüero
Viernes, 28 de abril 2017, 08:26
El domingo, en Santo Toribio, la autoridad eclesiástica proclamó que al abrir la puerta "decimos no a la sociedad materialista". Para desencanto y desasosiego de ... quienes esperaban con expectación que en abril lloviese agua de mayo. Renunciar al materialismo es justo la intención contraria de quienes inspiran y promocionan este calendario religioso, fervientes devotos de la apoteosis turística y económica que nos pueda traer la corriente de peregrinación.
Como el año jubilar se presume un negocio lucrativo, mientras se pueda explotar comercialmente nadie cuestiona la promoción de un evento religioso desde la esfera pública. Cierto es que la peregrinación también se ha desposeído de ese aliento místico que la inspiraba y ahora se ejerce como experiencia civil o terapéutica. Sólo la propia institución católica se ha encargado de dar una dimensión humanitaria a la romería turística. La apertura de la puerta del perdón no equivale a poner en marcha la caja registradora. Según el cardenal Osoro, que hizo un alegato contra la guerra y las injusticias, supone rechazar "una sociedad materialista que sólo busca el poder y el tener y que mata porque excluye".
En esta primavera extraña, que ahora resfría las primeras margaritas, la euforia del maná turístico lebaniego se ha debilitado al conocer que los cántabros, lejos de superar la crisis, nos hundimos aún más en la derrota. El número de ciudadanos en riesgo de pobreza ha crecido un cuatro por ciento. La descarnada casualidad es que la fortuna de los ricos también ha aumentado en el mismo porcentaje. Como si alguna pócima económica de los hombres de negro hubiese perpetrado un alegórico trasvase inmoral.
El plan para atemperar nuestra pobreza, generosamente dotado con 85 millones de euros, sufre por el momento una suerte de extravío fracasado. Silencioso, eso sí. Porque aquí ya ni el hambre que otros sacian a nuestra costa con chocolates suizos ni el saqueo de la hucha de nuestras pensiones, despiertan ruido alguno. Se desmaya abril en las trincheras del camino del perdón. Dicen que andar nos enseña a desobedecer. Tal vez en ese peregrinaje brote una primavera de rebeldía.
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