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GUILLERMO ELEJABEITIA
Miércoles, 3 de mayo 2017, 07:55
El primer lunes de mayo es una fecha marcada en rojo en el calendario de la moda internacional. Esa noche la escalinata del Metropolitan Museum de Nueva York se convierte en el escaparate de tendencias más influyente del año. 'Celebrities' de todo pelaje acuden a ... la llamada de la todopoderosa editora del 'Vogue' americano, Anna Wintour, para asistir a una gala benéfica en la que las estrellas se atreven con todo a la hora de elegir su atuendo. Aquí, a diferencia de otras alfombras rojas, lo importante no es tanto estar guapa sino causar el mayor impacto.
La cita da inicio a la exposición que cada año desde 1947 organiza el Instituto del Traje en el museo neoyorquino. Si en ediciones anteriores estuvo inspirada en temas como la cultura china, la relación de la moda y la tecnología, el cubismo o el movimiento punk, esta vez el objetivo era celebrar el legado vanguardista de la diseñadora Rei Kawakubo, que lleva cuatro décadas redefiniendo los límites de la industria bajo la etiqueta Comme des Garçons.
Cerca de seiscientas personas pagaron los más de 30.000 dólares que cuesta cruzar la escalinata del Met para asistir a la gala, uno de los eventos benéficos que más dinero recaudan en Estados Unidos. A diferencia de las entregas de premios cinematográficos o musicales, donde la lista de invitados está condicionada por los nominados de cada año, la gala del Met es un contenedor de famosos de primera fila que permite juntar a estrellas del cine, el deporte, la música o la televisión, desde Kim Kardashian a Catherine Deneuve, siempre y cuando su indumentaria tenga algo que decir.
No es habitual que la gala del Met se entregue a rendir culto a la personalidad de un diseñador vivo. Lo hizo en 1983 con Yves Saint Laurent, que celebraba sus bodas de plata en el oficio, y en 2012 con Miuccia Prada, que se veía en la tesitura de entablar una improbable conversación con la mítica Elsa Schiaparelli. Reinterpretar el corpus de Kawakubo en una fiesta atestada de celebridades suponía un gran reto por varias razones.
La marca japonesa jamás ha utilizado una cara conocida para venderse y son contadas sus apariciones en la alfombra roja. Considerada arte contemporáneo en sí misma, la ropa de Comme des Garçons no parece una elección segura para colarse en las listas de las mejor vestidas. De ahí que la expectación por saber cómo lidiaban con ella las estrellas del cine, la música y la moda fuera máxima. El resultado, 'Vogue' dixit, es «una de las galas más interesantes de los últimos años».
Anna Wintour, que lleva 18 años arbitrando el evento, impuso un 'dresscode' vanguardista, pero cada cual recogió el guante a su manera. Lo más evidente parecía ponerse en manos de la homenajeada y enfundarse un Comme des Garçons. Ese camino siguió Rihanna, que desde su aparición de 2015 en un interminable abrigo de Guo Pei inspirado en la China imperial parece empeñada en ser carne de 'meme'. Su voluminoso vestido a base de pétalos de diferentes tejidos le aseguró el reinado en las redes sociales, pero parecía engullirla sobre la alfombra roja. Algo parecido le sucedió a la esposa de Pharrell Williams, que optó por un mono rojo de la colección de 2014, tan moderno que ni siquiera tenía agujeros en las mangas. Incluso Caroline Kennedy lo intentó con tres hileras de maxivolantes en diferentes estampados florales que no terminaban de encajar bajo la cabeza de una gran dama del 'estabishment' político. Solo Stella Tennant, acostumbrada a lucir diseños imposibles sobre la pasarela, parecía cómoda con su Comme des Garçons vintage.
Revisiones de la vanguardia
Otras invitadas optaron por revisar el espíritu 'avant garde' de la marca de la mano de otros diseñadores, un ejercicio de metalenguaje que quedó resuelto de forma desigual. Katy Perry se encomendó a John Galliano y acertó con un Margiela rojo cubierto con un velo que parecía evocar la colección 'Rosas y sangre' que la japonesa presentó en 2014. Solange Knowles -la hermana 'cool' de Beyoncé- optó por una suerte de smoking acolchado con larga cola firmado por Thom Browne, últimamente tan iconoclasta como lo fue en su día Comme des Garçons.
La modelo Bella Hadid optó por un ajustadísimo mono de Alexander Wang, que parafraseaba a Kawakubo cuando dijo que ya no hacía ropa «sino objetos para el cuerpo». Y Cara Delevigne volvió a ponerse en manos del kaiser Karl Lagerfeld, que dibujó en ella su particular visión de la vanguardia; un dos piezas metalizado que habría pasado desapercibido de no ser porque la modelo llevaba la cabeza rapada y pintada de plata.
Pero frente a los denodados esfuerzos arty de parte del elenco, la gran mayoría, incluida Wintour, prefirió pasar olímpicamente del 'dresscode' y sencillamente ponerse guapas. Es el caso de Jennifer López, menos preocupada de epatar que de lucir su recién estrenado novio, que ejerció de diva latina en un Valentino en tonos pastel rematadamente clásico. O de Gisele Bundchen, enfundada en un Stella McCartney de corte sirena que venía a recordar su reinado incontestable en las pasarelas. Incluso Kim Kardashian, acostumbrada a los golpes de efecto, entregó la versión más sencilla de sí misma en un Vivianne Westwood blanco que dejaba sus hombros al aire. A primera vista parecían demasiado convencionales, pero ¿qué hay más rompedor que resultar tradicional en una fiesta dedicada a la vanguardia?
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