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inés gallastegui
Lunes, 8 de mayo 2017, 07:52
Los zumos envasados están prohibidos en los colegios; contra la sed, agua del grifo. Nada de chuches ni pasteles en los cumpleaños. Al cole, en ... bici o andando. Clases de cocina saludable en las aulas. Y el dinero de los fabricantes de refrescos y hamburguesas no es bienvenido en los eventos deportivos. ¿Radical? Puede, pero es por una buena causa.
Ámsterdam, la permisiva ciudad de los coffee shops y los escaparates sexis, quiere vetar la obesidad infantil: un pionero plan municipal ya ha reducido un 12% el sobrepeso en las escuelas de la ciudad. En España, con el triple de niños gorditos (41%) que en los Países Bajos, el Gobierno saca pecho porque aprecia un "cambio de tendencia". "Es un desastre. Lideramos el planeta en tasas de obesidad: ya hemos adelantado a Estados Unidos", lamenta el nutricionista Aitor Sánchez.
La tasa de sobrepeso infantil en Holanda está entre las más bajas del mundo (13%), pero en la capital se dispara. "Vivir en una gran ciudad es un riesgo en sí mismo, porque es más fácil llevar un estilo de vida poco saludable explica a este periódico la directora del programa, Karen den Hertog. Más estudiantes van al colegio en autobús, en metro o con sus padres, en vez de caminar o pedalear. Y tienen más acceso a la comida preparada".
Pero hay más: en Ámsterdam (813.000 habitantes) hay una mayor proporción de población inmigrante, con diferencias socioeconómicas, étnicas y culturales que favorecen la obesidad. Así, solo el 8,7% de los niños de origen holandés tienen un peso por encima de lo normal, mientras que entre los de procedencia turca casi uno de cada tres sufre ese problema (29,9%), también preocupante en la minoría marroquí (22,9%) y la de Surinam (18,4%).
Cuando en 2012 se puso en marcha el plan municipal, el 21% de los chavales de 2 a 18 años presentaban exceso de peso. Tres años después, habían caído al 18,5%, o sea, de 27.000 a 24.500. Del total, 2.000 son obesos mórbidos, es decir, tienen un índice de masa corporal (IMC, peso dividido entre altura al cuadrado) superior a 40. Ahora van por la tercera fase del programa.
Muchos frentes
No hay recetas mágicas: se trata de atacar la gordura por múltiples frentes comer mejor, moverse más y dormir lo suficiente y con un ejército compuesto por padres, profesores, sanitarios, trabajadores sociales, técnicos deportivos y políticos.
La iniciativa partió del concejal de Salud, Bienestar y Deportes, Eric van der Burg, miembro del liberal VVD, que no ha dudado en practicar una política intervencionista por el bien común. El programa dedica 5 millones de euros anuales a resolver las necesidades de los colegios, formar a los profesionales, instalar fuentes de agua potable en todos los edificios públicos y en las calles o facilitar el acceso de todas las familias a las instalaciones deportivas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la ingesta diaria de azúcar añadido (el que no está de forma natural en alimentos como la fruta) no supere el 5% del total de calorías, lo cual representa unos 20 gramos para los niños (5 terrones) y 30 para los adultos (7 terrones). Una lata (330 ml) de bebida energética tiene 50 gramos de azúcar y una de refresco, 40, mientras un tetrabrik de zumo y leche llega a los 25 gramos.
Además, el gobierno local insta a la industria alimentaria a fabricar porciones de comida más reducidas y con menos grasa, azúcar y sal. Algunos McDonalds se han comprometido con las escuelas de su zona a no vender hamburguesas ni patatas a chavales solos. Y la ciudad se ha unido a la Alianza contra el Marketing dirigido a la Infancia, que en enero logró un compromiso de los fabricantes para eliminar de los anuncios y envases de la comida basura los dibujos atractivos y los regalos a los que tan vulnerables son los más pequeños.
Las autoridades saben que, a menudo, un chico corpulento es el resultado de una familia con otros problemas: bajos ingresos, analfabetismo, desconocimiento del idioma del país o barreras culturales. Por ejemplo, en Surinam, lugar de origen de una de las minorías étnicas más numerosas, apenas se usa la bicicleta, que en cambio es el vehículo nacional de los holandeses; los críos no aprenden a montar en familia y hay que enseñarles en el cole.
Otro problema es la desinformación. Den Hertog admite que las nuevas normas han costado largas discusiones en los colegios: por ejemplo, muchos padres identifican los zumos envasados con la fruta, pese a que el producto procesado suele tener mucho más azúcar, menos vitaminas y nada de la fibra de la pieza entera. Las fiestas de cumpleaños se habían convertido en una competición para ver quién llevaba las mejores tartas o chuches; ahora se afanan por elaborar golosinas verdes a base de fruta e imaginación. A algunos progenitores les costó aceptar que las patatas fritas de bolsa con sabor a pimiento son vegetales, pero no precisamente ligeras...
"Comer mal es más barato"
El nutricionista Aitor Sánchez recuerda que España no tiene que inventar nada para luchar contra la obesidad infantil, simplemente aplicar medidas que ya están funcionando en otros países. Entre las más efectivas, asegura, el cambio en los precios. "En un supermercado doce cruasanes valen lo mismo que un aguacate compara. Hay que bajar el precio de frutas y verduras y subir el de los productos ultraprocesados". "Comer mal es más barato", admite el pediatra Francisco García Iglesias.
El problema, como diagnostica otro experto, Juan Revenga, es que el Gobierno ha puesto a la zorra a cuidar a las gallinas: en el plan Hábitos de Vida Saludable(Havisa) participa la industria alimentaria, incluida la que fabrica bebidas y comestibles superfluos especialmente atractivos y muy perjudiciales para los niños: snacks dulces y salados, caramelos, bollería industrial, refrescos, dulces y chocolatinas, embutidos y platos industriales.
"Quienes dicen participar en la promoción de soluciones son parte del problema. Es como si, por ejemplo, un congreso internacional de bomberos estuviera financiado en mayor o menor medida por una asociación de pirómanos", compara el autor del blog El Nutricionista de La General y del libro Adelgázame, miénteme. "La autorregulación no funciona", zanja su colega.
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