Los cuatro elementos

El agua, que ha pasado de ser un derecho universal a convertirse en una mercancía, sólo es libre mientras es lluvia. Cuando se almacena en un pantano ya tiene dueño. Después entra en una noria: mientras Ignacio González saqueaba presuntamente 60 millones de euros del Canal de Isabel II, este organismo cortó el agua a miles de ciudadanos que no podían pagarla. Abrir el grifo se ha complicado extraordinariamente, desde que los costes del suministro crecen más rápido que los salarios y las pensiones. Aunque, probablemente, el afán privatizador de la naturaleza tiene su cénit con el impuesto al sol, que es como ponerle precio al amanecer. La factura por el desgaste de patio del niño de Gila hoy es humor negro. Como el repetido disparate: cualquier día nos cobran por respirar. Porque, en realidad, el mero hecho de existir ya nos cuesta dinero. Cuando ya no quede nada susceptible de ser enajenado para su explotación comercial, cundirá el pánico. En Santander se privatizan hasta las farolas. No es exageración. Según los periódicos de esta semana Stephen Hawking ha dicho que nos extinguiremos en cien años a menos que colonicemos otro planeta. Donde pecaremos de las mismas costumbres. Más tierra virgen para colonos mercachifles. La mayor amenaza del planeta, de éste y del resto, somos nosotros mismos.