Liturgia pirata

En ausencia del milagro de Fátima o de la reliquia de Santo Toribio la Virgen del Mar escribe su propia epopeya, pirata y laica, que pretende alcanzar la gracia de fiesta de interés regional o nacional. La ambición se queda corta. Al tratarse de delincuentes extranjeros podría competir en categoría internacional junto al Centro Botín.

Cuando menos, la dimensión épica de esta leyenda mariana está llamada a adquirir una resonancia mayúscula en el Santander de los Baños de Ola, otra parodia de acusado pedigrí. Quizá aturdidos por el eurogallo, hemos digerido el anuncio del sainete con escasa devoción. Cuando se prepara un desembarco de tropas piratas y una romería con aires de capitán Garfio.

En realidad, la dramática elegida el robo pirata podría tener influencias más contemporáneas. Cabe preguntarse si posteriores generaciones conmemorarán otros notorios saqueos, como los de Rato o Ignacio González. Si, como hoy seguimos proclamando el Dos de Mayo, otros evocarán algún día un levantamiento popular contra la corrupción. Si en un futuro el desembarco de los hombres de negro de la troika se combatirá a cañonazos desde La Cavada. O si, tal como festejamos la catástrofe del incendio del 41, mañana se lanzarán fuegos artificiales en el aniversario de la demolición de Vuelta Ostrera.

La isla de Nunca Jamás estrena liturgia pirata. Para disfrutar la experiencia hay que volar a lo más alto del cielo y girar en la segunda estrella a la derecha. Volando hasta al amanecer se llega al limbo pagano de la Virgen del Mar.