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antonio paniagua
Domingo, 21 de mayo 2017, 07:52
Si algún día los huesos de Franco son exhumados del Valle de los Caídos, lo más probable es que recibieran sepultura en un cementerio apartado, el de Mingorrubio, en El Pardo, a 15 kilómetros del centro de Madrid. Nadie sabe muy bien qué hacer con ... los restos del dictador en caso de que fuera desenterrado, pero la lógica dice que descanse entre los suyos. Y en esa necrópolis recóndita, donde apenas dos o tres personas pasean entre las tumbas en un día de mayo, yacen su esposa, Carmen Polo, y varios jerarcas del régimen. No será una empresa fácil encontrar acomodo al cadáver del que fue jefe del Estado después de la Guerra Civil. Pese a las recomendaciones de expertos y de un rosario de proposiciones parlamentarias, pocos se atreven a retirar la lápida de la tumba del general. Tampoco el Gobierno, que considera la petición del Congreso una «mala idea».
carrero blanco
En el cementerio está enterrada la mujer de Franco, Carmen Polo, en una cripta que fue adjudicada por concesión administrativa municipal a la familia Franco. El que fue alcalde de Madrid y presidente del Gobierno con Franco y el rey Juan Carlos, Carlos Arias Navarro, intervino en la adjudicación. En la necrópolis descansa también Carrero Blanco.
Lo primero que llama la atención al visitar el camposanto son los panteones que se asientan en hilera por el perímetro del lugar. Los hay de arquitectura de inspiración neoclásica y otros de diseño moderno, que juegan con los volúmenes en forma de cubo. Está claro que no estuvo en la intención de sus moradores hacer un ejercicio de ascetismo.
La capilla del cementerio huye de las estridencias. Es un mausoleo grande, pero nada ostentoso. De hecho no hay ninguna inscripción en él que indique los cuerpos que acoge. En la cripta del templo se halla la tumba de Carmen Polo y Martínez-Valdés, fallecida en 1988, trece años después de la muerte de su marido. La señora de Meirás, título que concedió el rey Juan Carlos a la viuda al poco de morir el hombre que gobernó España con mano de hierro, está inhumada en un piso subterráneo. Sus despojos se alojan en una planta abovedada coronada por pinturas de Santiago Padrós, el autor del gigantesco mosaico que decora la cúpula del Valle de los Caídos. La cripta en cuestión ocupa un espacio de seis metros de longitud por seis de anchura. Podría alojar el féretro del dictador y de otros ocho ataúdes más si hubiera necesidad de ello.
En este cementerio reposó durante un tiempo un bisnieto del general Franco. El cadáver de Francisco de Borbón Martínez-Bordiú, hijo mayor del duque de Cádiz y de Carmen Martínez-Bordiú, fue inhumado aquí tras el accidente de tráfico que segó su vida a los once años. Ahora descansa junto a su padre, Alfonso de Borbón y Dampierre aspirante al trono de España, en el monasterio de las Descalzas Reales.
La necrópolis está desprovista de los motivos de la arquitectura fascista del Valle de los Caídos. No es un lugar al que peregrinen los afectos al régimen autoritario. La soledad campa a sus anchas. De hecho, descontando unos pocos empleados, el martes pasado apenas una mujer depositaba un ramo de flores amarillas en la tumba de un familiar después de limpiar el mármol con una bayeta.
a por el turista
El pueblo salmantino de Águeda, fundado en el franquismo, se siente agraciado por el dictador. De hecho era uno de los pocos municipios que conservaba su referencia a Franco (se llamaba Águeda del Caudillo) hasta que hubo que cambiarlo por exigencias de la Ley de Memoria Histórica. Su alcalde, Germán Florindo de la Nava, del PSOE, se ha ofrecido a que en sus tierras repose Franco si al final se decide desenterrarlo del Valle de los Caídos. El regidor ya ha hecho gestiones y ha contactado con los familiares por si quieren trasladarlo allí. En Águeda están convencidos de que la tumba atraería turistas.
Hombres del régimen
El cementerio no sería una mala morada para Franco. Allí están enterrados dos de sus presidentes del Gobierno: Luis Carrero Blanco, asesinado por ETA en 1973, y su sucesor, Carlos Arias Navarro. La lápida del primero está recubierta de una película de arena y a sus pies crece una planta de hojas frondosas.
No son los únicos jerarcas del franquismo. Otro hombre con ascendiente en el régimen está presente en el camposanto. Se trata de Francisco Franco Salgado-Araujo, Pacón, primo y colaborador muy cercano del dictador, de quien era confidente. Y muy cerca está la sepultura de Nemesio Fernández-Cuesta Illana, que se ocupó de la cartera de Comercio en los últimos años del franquismo.
También hay ministros de la Transición, como Juan José Rosón, titular de Interior con UCD; o Francisco Fernández Ordóñez, quien rigió el Ministerio de Justicia con Adolfo Suárez y de Exteriores con Felipe González. Y asimismo se puede ver la tumba de Francisco Tomás y Valiente, presidente del Tribunal Constitucional, asesinado por ETA en su despacho universitario en 1996.
La votación del Congreso para desalojar a Franco del Valle de los Caídos no es vinculante. El Gobierno no está interesado en ejecutar los deseos del Parlamento. Los fantasmas siguen pesando, casi tanto como la lápida de granito de 1.500 kilos que sella el sepulcro del dictador.
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