El cupo cántabro
Juan Luis Fernández
Sábado, 27 de mayo 2017, 08:29
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Juan Luis Fernández
Sábado, 27 de mayo 2017, 08:29
"El País Vasco puede alcanzar más crecimiento y bienestar si aplica adecuadamente este plus financiero de casi 3.000 millones, (...) Como somos sus ... vecinos, ese nuevo dinamismo puede ejercer una influencia positiva sobre Cantabria"
Es bueno o malo para Cantabria el acuerdo del PNV con el Gobierno del PP acerca del cupo vasco? O, suponiendo que tenga aspectos positivos y negativos, ¿cuáles predominarán? Y, finalmente, ¿qué podemos hacer para afrontar los negativos?
Hay esencialmente tres tipos de artículos de opinión. La primera clase se ocupa de expresar elogio o vituperio: lo que parece bien o mal, gusta o disgusta. Mediante este género, heredero del que Anaxímenes de Lámpsaco, historiador y maestro de retórica de Alejandro Magno, denominaba epidíctico (epideiktikón), diremos si el acuerdo sobre el cupo vasco nos agrada o nos molesta.
Una segunda clase de opinión es aquella en que predomina el análisis: se intenta ir un poco más allá de la superficie de las noticias cotidianas, para sopesar causas y consecuencias generales. En esta perspectiva, examinamos qué significa el cupo vasco y qué relación puede tener con Cantabria. Es parecido al género forense (dikanikón) de Anaxímenes, en que se escrutaban los hechos pasados para que el tribunal pudiera formular una conclusión acerca de responsabilidades objetivas.
Y la tercera clase, la más difícil sin duda, se centra en proponer soluciones constructivas. Es la más arriesgada, porque los problemas suelen ser complejos y deberían tratarse por extenso, lo que no es posible en un humilde artículo. Sin embargo, es necesaria en la medida en que una comunidad siempre está evaluando conveniencias de futuro, para tomar las decisiones del presente. En este enfoque, se expone cómo abordar la repercusión del cupo vasco. El tercer género de Anaxímenes era el discurso deliberativo (demegorikón), destinado a persuadir a un poder político, asamblea o rey, en su toma de decisión.
Por tanto, hay, como evolución moderna de antiguos modos discursivos helenísticos, artículos sentenciosos, analíticos y programáticos. Muchas veces lo que leemos consiste en una mezcla de estos tres aspectos. Respecto del acuerdo vasco hemos visto clamar sobre su falta de equidad, o ponderar su carácter de instrumento político, o reivindicar trato compensado para los demás. No me negarán que Anaxímenes era un pensador perspicaz.
El cupo es el dinero que el País Vasco, donde las haciendas forales recaudan los impuestos (IRPF, IVA, Sociedades), paga al Gobierno central por los servicios que este le presta. La cifra es con frecuencia discutible y discutida, y una negociación, a veces prolongada, trata de acordar la liquidación más justa. El Gobierno vasco alegaba que desde 2007 había pagado 1.600 millones de euros más de lo que le correspondía, y que el pago anual debería ser más bajo al estimado por el presupuesto del Estado. El acuerdo es un éxito para ellos. Del desfase reclamado por los últimos ocho años, se les devuelven 1.400 millones de euros. Y el cupo anual, que se preveía en 1.200 millones hasta anteayer, será rebajado en este próximo quinquenio a menos de 1.000, entre unos y otros matices. El País Vasco dispondrá de más dinero para sus cosas; el conjunto de España contará con menos.
La consecuencia económica es doble. En primer lugar, el País Vasco puede alcanzar más crecimiento y bienestar si aplica adecuadamente este plus financiero de casi 3.000 millones, más las inversiones que le lluevan. Como somos sus vecinos, ese nuevo dinamismo puede ejercer una influencia positiva sobre Cantabria, donde una parte de los vascos invierten o consumen habitualmente. En segundo lugar, España verá mermada la caja común, con la que nos atienden a los demás, y aquí aumentan los riesgos de impacto negativo.
El hecho es que España continúa bajo presión europea para bajar del 3% de déficit público, y que la espuma que el bombero de Moncloa utiliza para controlar el incendio catalán es también espuma presupuestaria. Esta triple tensión Vitoria-Barcelona-Bruselas podría perjudicar el ritmo de las inversiones estatales en Cantabria, lo que se agregaría al ritmo ya mínimo de las inversiones de la propia autonomía, arrastrada por una espiral de gastos corrientes que no parece capaz de moderar (suponiendo que quiera, que tampoco está claro). El efecto general sería reducir las oportunidades de los cántabros y el peso de nuestra economía en el conjunto.
Pasando al género programático de Anaxímenes, si el aumento de capacidad vasca puede ser positivo para Cantabria indirectamente, nuestro problema será más bien el otro: cómo nos afectarán las decisiones del Estado de organizar un mayor retorno fiscal vasco y catalán mientras se cumple con la Eurozona. Obtener garantías de inversión por medio de convenios Estado-Cantabria parece la herramienta más interesante. Quizá la administración regional no está trabajando bien este aspecto, con su frentismo de plató y su gestión anárquica. Un poco de autoanálisis sería de rigor si no se quiere acabar dando la imagen de una región de opereta.
El PNV le acaba de mostrar al PRC que gobernar en coalición con el PSOE no es óbice para negociar en Madrid con el PP. Cierto que el PNV tiene diputados en el Congreso y el PRC no, pero entonces el regionalismo deberá plantearse por qué no, o cuál sería su equivalente funcional (por ejemplo, una coalición en casa con el partido que gobierna España, a falta de mejor recurso). Ni siquiera una mayoría absoluta del PRC mejoraría su capacidad negociadora, si no tuviera nada que ofrecer en Madrid aparte de retórica epidíctica o forense. Se necesita la oratoria deliberativa que convenza al inversor España.
La pregunta sobre cómo mejorar nuestro cupo virtual negativo (es decir, ampliar el sostén de una España que ya de hecho nos sostiene) conduce, pues, a esta otra: ¿Qué ofrece Cantabria a la coyuntura española? Un solo diputado canario ha pujado por obtener 500 millones de euros en proyectos de futuro. Nuestro Gobierno doméstico ha escenificado una revolución epistolar por menos de 90 millones, para pagar el pasado. Balanza y brújula: peso político, norte político. Urge la dieta del plátano.
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Ana del Castillo
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