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Irma Cuesta Cifuentes
Jueves, 1 de junio 2017, 23:05
Hace solo unas horas, una mujer recibía ocho puñaladas de su marido en un bar de Murcia mientras estaban comiendo. Las malas noticias se acumulan: el pasado fin de semana, en menos de 48 horas, tres mujeres perdieran la vida, víctimas de violencia machista, elevando a 27 el número de muertes por esta causa en lo que va de año. Dos días después supimos que el número de afectadas por violencia de género en España aumentó un 2,4% en 2016, un año en el que 28.281 mujeres solicitaron una orden de protección y 44 fueron asesinadas.
Pero, a pesar de tener estos datos sobre la mesa, y a buena parte de la sociedad preguntándose por qué no somos capaces de acabar de una vez por todas con el problema, la realidad es que España no solo no se encuentra entre los países más golpeados por la violencia machista, sino que su estrategia para tratar de combatirla es el espejo en el que se mira buena parte del resto de Europa. Incluidos los civilizados países del norte.
Finlandia y Dinamarca encabezan el ránking de mujeres que sufren a manos de sujetos con los que tuvieron algún tipo de relación sentimental. Lugares en donde la calidad de la educación alcanza índices envidiables, y en donde los hombres son menos sexistas, pero en los que, según los expertos, el excesivo consumo de sustancias tóxicas (como el alcohol) hace olvidar las buenas maneras. Con una tasa de feminicidios de 1,6 por cada 100.000 habitantes en el caso de los daneses, y de 1,45 en el de los finlandeses (cuando en España estaba en 0,25), son el perfecto ejemplo de lo que algunos psicólogos han bautizado como la paradoja nórdica.
«Un escándalo oculto»
La prueba de que cada país encara a su manera el problema es que esta semana, por primera vez desde el inicio de la campaña, la primera ministra británica, Theresa May, ha planteado la creación de un organismo de control independiente para escudriñar el trabajo de la Policía y del sistema judicial «en la lucha contra este escándalo oculto, que ocurre cada día en los hogares británicos». Las palabras de la líder del Partido Conservador se escucharon con atención en un país en el que los casos de violencia de género no parecen importar demasiado al ciudadano de a pie. Los súbditos de Isabel II no salen a la calle cada vez que una mujer muere a manos de su pareja (o expareja); en el pueblo de la víctima a nadie se le ocurre guardar un minuto de silencio en señal de duelo y repulsa, y ningún informativo abre su emisión dando cuenta de lo ocurrido. Tampoco hay juzgados especializados, ni se ha tejido un red de colaboración entre administraciones e instituciones como la que existe en España, y mucho menos un organismo, como el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, que se encargue de coordinar cualquier medida que tenga como objetivo acabar con el problema. Y, desde luego, no es que allí no pase nada. Al contrario. En Inglaterra y Gales, según el CSEW, un portal del Gobierno que da cuenta de los crímenes sucedidos a lo largo del año, un 8,2% de mujeres sufrió en 2016 algún tipo de abuso o violencia. Haciendo cuentas, eso equivale a 1,3 millones de mujeres.
Las cosas no están mucho mejor en Alemania. En el país más poderoso de Europa la única estadística de violencia de género publicada hasta la fecha reveló que en 2015 331 mujeres murieron a manos de sus parejas o exparejas. En España, con casi la mitad de población, hubo 60, cinco veces menos. El día que el informe se presentó a la prensa, la ministra de Familia, Manuela Schwesing, aseguró que a lo largo de ese año más de 104.000 alemanas habían sido agredidas por hombres con los que mantenían o habían mantenido una relación sentimental; doce meses en los que se habían contabilizado más de 65.800 casos de lesiones leves y 11.400 graves, sin incluir esas 331 muertes. Schwesing se refirió a la violencia doméstica como un delito «que debe ser perseguido» pero, en la calle, los alemanes apenas hablan del tema. «Aquí es una especie de tema tabú. Por alguna razón la sociedad no le presta atención. No hay colectivos o asociaciones fuertes que se encarguen de poner el problema sobre la mesa con asiduidad, la prensa no suele hacerse eco de sucesos de estas características, salvo que estemos hablando de algo truculento del tipo marido mata a mujer y tres hijos y luego se prende fuego, y tampoco existen jueces o juzgados específicos. Eso, cuando las estadísticas apuntan a que el 40% de las mujeres que viven en Alemania han sufrido a lo largo de su vida algún tipo de violencia», asegura Juan Carlos Barrena, corresponsal de este periódico en Berlín desde hace casi una década.
España, a la vanguardia
En España se sigue demandando un gran pacto de Estado, como el que se gestó contra el terrorismo, y más dinero para combatir el maltrato. Además, partidos como el PSOE acaban de dar un ultimátum al Gobierno para que acepte sus enmiendas a los Presupuestos porque, en caso contrario, se replantearán su posición en la subcomisión del Pacto contra la Violencia de Género. Falta mucho por hacer, pero la realidad es que la sociedad tiene muy presente el problema.
Ángeles Carmona, presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, cree que estamos a años luz por delante de buena parte del resto de los países de Europa. «España hace ya mucho tiempo que se ha puesto como objetivo acabar con la violencia de género y toda la sociedad camina unida para lograrlo», dice a este diario, al tiempo que recuerda que a finales de los 90 se empezó a trabajar desde el Consejo General del Poder Judicial, que en 2002 se creó el organismo que ella ahora dirige, y que en 2004 se aprobó la ley que creó los juzgados de violencia de género. «España se dio cuenta de que no se puede combatir si no es de forma integral. De que no podían actuar la Policía, los jueces, los médicos, los servicios sociales... cada uno de manera independiente, y creo sinceramente que ahí está la clave, en afrontar el problema desde un punto de vista multidisciplinar. Es por eso que Europa tiene a España como referencia para armar sus políticas».
De que cada país enfoca el asunto a su manera, y la Unión Europea no termina de cerrar una política común al respecto, da fe Iratxe García. La erodiputada socialista, a la que muchos recordarán por haberse encarado con el polaco Janusz Korwin-Mikke, el hombre que en la tribuna del Parlamento Europeo definió a las mujeres como «más débiles, más pequeñas y menos inteligentes», lleva casi una década luchando sin éxito por que se apruebe una directiva comunitaria contra la violencia de género. «Creemos que Europa debe definir la violencia de género; luego manejar datos, que no tenemos, y después intentar cerrar una hoja de ruta común. Pero es complicado. ¿Qué lo hace tan difícil? La respuesta que recibimos cuando planteamos el tema es que estamos ante una cuestión competencial de cada país». Expresidenta de la Comisión de la Mujer y actual portavoz de los socialistas, la eurodiputada cree que, a pesar de todo, poco a poco se van dando pasos para lograr que la violencia de género salga de la esfera privada para convertirse en algo público.
Una de cada tres europeas
El hecho es que la UE no maneja más datos que los de una encuesta realizada por la Agencia Europea de Derechos Fundamentales en 2014. Tras entrevistar a más de 42.000 mujeres con edades entre 18 y 74 años de los 28 países miembros, el informe concluyó que un 33% (más de 25 millones) de europeas habían sido víctimas de violencia machista a lo largo de ese año. El ránking lo encabezaba Dinamarca (52%), seguido de Finlandia (47%) y Suecia (46%). La lectura que muchos analistas hicieron entonces de aquello es que, frente a países como España o Italia, en donde somos reacios a dar el paso, en los países del norte se denuncian la mayor parte de los casos.
En donde tienen una forma muy particular de entender el problema es en Italia. Allí, palabras como violencia machista no tienen cabida y cuando un hombre mata a una mujer hablan aún de «crímenes pasionales». Por más que algunas asociaciones lleven años dejándose la piel demandando que el Gobierno del país asuma la violencia machista como un problema de Estado, no lo han logrado. «Aquí las cosas están como en España hace 40 años. Los datos apuntan a que se produce un feminicidio cada tres días, pero ni siquiera hay un cómputo oficial. La percepción de la sociedad es muy distinta a la que tenemos los españoles y, desde luego, el tratamiento informativo de este tipo de sucesos no tiene nada que ver», explica Darío Menor, corresponsal de este periódico en Roma.
número seguro
Teléfono de atención a víctimas por violencia de género
Las cosas son distintas en Francia, pero la realidad es que tampoco han dado con la forma de atajar el problema. De hecho, se estima que en el país vecino cada año 223.000 mujeres son víctimas de violencia conyugal en sus formas más graves. En 2015, 122 fueron asesinadas, y eso a pesar de que ellos sí disponen de un plan nacional de lucha con un presupuesto que engorda cada año. Aún así el balance es demoledor: cada tres días, una francesa pierde la vida asesinada por un hombre.
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