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El músico, en una imagen de 1989.

Ray Charles, historia de un yonqui adicto al sexo

La heroína y la manía de acostarse con cualquier mujer que se cruzara en su camino hicieron vulnerable a un músico que condujo su carrera con férrea disciplina

Antonio Paniagua

Martes, 1 de marzo 2016, 19:14

Ray Charles, el hombre que cambió el rumbo de la música negra, nació pobre entre los pobres. Supo lo que era un par de zapatos ... cuando ya era bastante mayorcito. Se crió en una tierra donde los negros ocupaban lo más bajo de la escala social. Por debajo de él y su gente sólo había la tierra roja. La vida de Ray Charles puede leerse como el paradigma del hombre que vence a las adversidades, pero un relato así seguramente disgustaría al protagonista de esta historia. Entre otras cosas porque el músico y compositor aprendió de su madre a muy corta edad a no caer nunca en la tentación de compadecerse. Y siguió esa enseñanza a pies juntillas. Aquí no vamos a contar el talento de un hombre que supo conciliar de manera intuitiva el góspel con el jazz, el blues y el country. Tampoco parece pertinente glosar a estas alturas que el pianista dio con los ingredientes fundamentales que permitieron el alumbramiento del soul. Se ha escrito mucho de ambas cosas. En cambio, no se ha puesto demasiado énfasis en una paradoja: pese a comportarse con una disciplina rocosa y mantener bajo un control férreo las riendas de su vida, su grandiosa figura casi se va al traste por dos puntos vulnerables. Su dependencia de la heroína y su enfermiza adicción al sexo hacían que el gigante tuviera los pies de barro.

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