1878 luctuoso fin de 'Semana Santa'
LA CUARTA ·
Sábado de Gloria, sí. Pero de gloria inversa. Durante toda la noche, se oyeron lamentos de desconsolados que pedían al mar que les devolviera a sus seres queridosSecciones
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LA CUARTA ·
Sábado de Gloria, sí. Pero de gloria inversa. Durante toda la noche, se oyeron lamentos de desconsolados que pedían al mar que les devolviera a sus seres queridosLa Semana Santa del año 1878 discurría plácidamente, con abrileño buen tiempo primaveral, sin que nada, absolutamente nada, diera anticipado aviso del triste suceso que iba a conmocionar a la ciudad de Santander en dos de las festividades más señaladas del calendario litúrgico: Sábado de ... Gloria y Domingo de Resurrección. Salvo la popular seguidilla que un alma en pena cantaba por las esquinas:
Voy a la fuente y bebo
No la aminoro
que aumenta su corriente
con lo que lloro.
1. SÁBADO DE GLORIA . TRAGEDIA EN EL MAR.
Santander, 20 de abril de 1878. Nada hacía presuponer que tan señalada fecha iba a quedar enmarcada en luto indeleble en la historiografía local con rotundos titulares.
-'La Galerna del Sábado de Gloria'.
-'El galernazo de Semana Santa'.
Por pura casualidad, 'La Voz Montañesa', en el folletín del día, incluía la seguidilla que arriba queda transcrita; la cual acabaría siendo profética. En páginas interiores, en la copia existente en la hemeroteca municipal, falta el principio de la 'Pacotilla' de Estrañi, recortada a cuchilla. No así su alusión a la pena impuesta al periódico 'La Lealtad Española': cuarenta días de suspensión por largar más de la cuenta. Lo que lleva a tan agudo y festivo periodista a vaticinar que para dicho periódico empieza la cuaresma el día de Pascua.
En vísperas, la comunidad religiosa se prepara para la Vigilia Pascual, que habría lugar a la noche, en la catedral, oficiada por el señor Obispo. Hay todo un día por delante. Sábado, festivo para unos. Y para otros, de labor.
Sábado Santo o de Gloria. Antes de que en los talleres del periódico se cerrara el ejemplar con el que se desayunarían en los cafés los santanderinos más madrugadores, a las cinco de la mañana ya zarpaban de la vieja dársena todas las lanchas del Cabildo de Mareantes de San Martín de la Mar, confiados los hombres de mar en redondear una buena faena de pesca, con ayuda del que al anochecer ascendería a los cielos, resucitando al tercer día, como el predicador les recordó al partir, dándoles la bendición.
Componían la flotilla, 23 lanchas mayores, 7 barquías, una trainera del Cabildo y varias embarcaciones menores. A bordo, se comentaba el ventarrón de la víspera, asegurando los más veteranos 'que estaba de volver el temporal'. Empero, todo fue bien hasta las diez de la mañana, cuando percibieron por la arena que se alzaba en las playas fronteras a sus posiciones que soplaba un fortísimo viento sur. «¡Surada, Dios nos libre!», exclamaron quienes manipulaban maromas. Imposible recoger las redes, el temporal se desencadenó tan celéricamente y con tanta virulencia que no faltó quien blasfemara. A mediodía, la galerna mostró su faz más infernal, sur y noroeste cruzados, zarandeando las naves como si fueran cascarones de nuez. Dispersadas, se bamboleaban las barcas frente a Cabo Mayor, Suances, Punta Santoña, Miguelillo y La Garma. De las que se dirigieron a la Virgen del Mar y San Pedro ni una sola se libró. Mejor suerte tuvieron las que se dirigieron a Santander; en cuyo puerto apareció, desarbolada, la primera que libró de los maretazos. Desde la escollera de San Martín, los circunstantes animaban a los marinos a adentrarse en la bahía a todo trapo, a fin de salvar con pericia y redaños las inclemencias del intratable mar.
Supitañamente, la tarde devino oscura y patética noche. Erizada con llantos, ayes e imprecaciones. Y a medida que el tiempo pasaba y las restantes barcas no volvían, los más curtidos en tragedias marinas aventuraron que las pérdidas humanas iban a ser cuantiosas. «No lo quiera Dios, que es Sábado Santo», clamó una que ya llevaba el corazón de luto y el alma demudada.
Fue lo que fue. Sábado de Gloria, sí. Pero de gloria inversa. Durante toda la noche, se oyeron lamentos de desconsolados que pedían al mar que les devolviera a sus seres queridos. El dolor fue la tónica dominante de aquellas horas amargas llamadas a traer más amargura aún en las tristes horas del balance.
2. DOMINGO DE RESURRECCIÓN . AFLICCIÓN EN EL LITORAL
Domingo de Resurrección. Santander, 21 de abril de 1878. «¡Para no creer en nada!», iba pregonando a gritos, entre llantos y blasfemias, una vecina del Alta a quien el mar ya le llevaba arrebatados tres maridos sucesivos. Viuda por tercera vez. ¡Malhaya el mar! Quienes yendo al Cristo se cruzaban con la infortunada oraban por su salvación. «Dios escribe con renglones torcidos», razonaron para sí, exculpatoriamente, quienes pensaban dedicarle la misa del día. En el puerto, eran incesantes los lamentos, el desgarro, los reniegos y los exabruptos. Un día de nunca olvidar. Y los sanitarios entregados al recuento de los ahogados recuperados al mar. No es posible imaginar un Domingo de Resurrección más triste.
Con el editorial 'La catástrofe de ayer', abre su número dominical 'La Voz Montañesa'. Casi cien años después, leerlo aún eriza la piel y estremece el ánimo: «De un acontecimiento dolorosísimo tenemos que dar hoy cuenta a nuestros lectores; de un acontecimiento terrible, que acaba de llevar el luto a infinidad de familias y la consternación a todo el vecindario de esta capital, que no recuerda un siniestro marítimo como el que vamos a describir, otro que se le iguale, tanto por el número de víctimas que ha ocasionado como por las circunstancias verdaderamente imprevistas que en él han concurrido».
En caliente, el periódico cuenta al detalle cuanto atropelladamente va llegando a la redacción. Sólo en Santander, el número de ahogados se cifra en una cincuentena, temiéndose que la cifra aumentase con las horas. La redacción del periódico abrió con 200 reales para una colecta para las víctimas. Triste remedo material para cuantos lloran las pérdidas humanas. Padres, esposas e hijos de los infortunados que perdieron la vida por ir a ganársela en el mar.
Puntual y sentidísimo relato de lo acaecido incluyó José Antonio del Río Sainz en el segundo tomo de sus 'Efemérides de Santander', con un poema ('Al mar') de su hijo Alfredo, de recomendable lectura. Y la triste cifra del balance de fallecidos: 52 en Santander; 107 en todo el litoral provincial; 147 en el vecino País Vasco. Total: 254 ahogados. La conmoción sacudió a la Europa más próxima. Del Reino Unido llegaron libras esterlinas, con mantas y otros socorros. Y de Francia: francos franceses y una frase que ojalá fuera cierta en todo tiempo: «Para la caridad, no hay Pirineos».
Y para el recuerdo, tampoco. La ciudad de Santander (52), Colindres (26), Laredo (25), Castro Urdiales (3) y Noja (1), poblaciones que en aquel Sábado de Gloria perdieron en el mar a los vecinos que entre paréntesis quedan reseñados, deben mantener un altar siempre encendido por aquel triste suceso, la Semana Santa más triste de su historia acabó en tragedia. De la posterior desgracia del Machichaco (1893) mucho se ha publicado. Del incendio del año 1941, también. De la galerna del Sábado de Gloria (1878), cuanto se ha escrito es poco para lo mucho que queda por escribir. Quienes aquel infausto Sábado de Gloria perdieron la vida en el mar ganándose honradamente el pan con el sudor de la frente merecen que nunca se les olvide.
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