2022: Un año de incertidumbre
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Las perspectivas no son malas, por ser un poco optimistas, aunque la recuperació n tendrá menos brío de lo deseableHace algo más de cuarenta años, el prolífico, polémico y popular economista de Harvard, John Kenneth Galbraith, publicó 'La era de la incertidumbre', un libro, inmediatamente convertido en serie de televisión, que no sólo en su título sino también en su contenido se ajusta como ... anillo al dedo a la situación que vivimos en la actualidad.
Aunque es difícil establecer comparaciones temporales, y no se debe juzgar el pasado con los ojos del presente, es muy posible que ahora estemos viviendo una de las etapas más inciertas de las últimas décadas. Esta incertidumbre se manifiesta en numerosas áreas y de múltiples formas, pero me parece a mí que la que se produce en las esferas política y sanitaria, con desastrosos efectos sobre la economía, es la más relevante.
El mundo nunca ha estado escaso de tensiones políticas, pero mientras las mismas se producían en Medio y Lejano Oriente, en África y/o en Sudamérica, parecía (nos parecía a nosotros) que no eran demasiado importantes. Ahora, cuando estas tensiones se localizan en Europa y nos amenazan directamente, todo cambia y nos empiezan a preocupar de verdad. Me estoy refiriendo, naturalmente, a la crisis ucraniana que, con independencia de que termine o no (esperemos que no) en un enfrentamiento militar abierto, está teniendo consecuencias muy negativas sobre la economía europea y sus perspectivas de crecimiento. En efecto, el encarecimiento de la energía, motivado sobremanera por los problemas gasísticos sobrevenidos entre Rusia y la UE por la situación en Ucrania, y la incertidumbre colateral vinculada a la entrada en funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania, está lastrando de forma muy clara la recuperación europea, y haciendo que la misma vaya por detrás de la norteamericana y la china.
El otro gran motivo de preocupación e incertidumbre es, por supuesto, la crisis sanitaria provocada por la pandemia. Y lo es porque, cuando creíamos que la misma era ya cosa del pasado, y empezábamos a atisbar la vuelta a la normalidad en nuestras vidas, llega la variante Omicron y, produciendo una nueva ola pandémica, da al traste con todas nuestras previsiones. Cierto que esta nueva variante parece mucho menos lesiva que las anteriores y cierto que, al menos en Europa, nos pilla con unos niveles de vacunación muy elevados que hacen que las pérdidas de vidas humanas sean mucho menores que con oleadas anteriores; pero cierto también que las medidas adoptadas para controlar la situación -que son la causa última de la crisis de aprovisionamiento- y el temor a que puedan surgir nuevas variantes en el futuro, están haciendo que la recuperación pronosticada no hace tanto se esté quedando a medio camino. El caso español, con constantes revisiones a la baja en las expectativas de crecimiento, no es, en este sentido, un caso único ni excepcional.
Amén de estos grandes motivos de incertidumbre generalizada, existen otros muchos que no se pueden desdeñar. En lo que concierne a Europa, que es lo que por proximidad y egoísmo nos interesa más, la situación política es un tanto incierta en muchos países. En Alemania, porque todavía no sabemos cómo va a respirar el nuevo gobierno; en Francia y Alemania, porque hay elecciones presidenciales a la vista; en Portugal, porque están también a la puerta de elecciones legislativas; en el Reino Unido, porque Boris Johnson sigue siendo una incógnita en sí mismo. Y, en España, porque la cerrazón política, la incapacidad de nuestros líderes, y la negativa a pactar (sobre todo de la derecha) no aclaran en lo más mínimo el marco en el que tiene que desarrollarse nuestra política económica, en la que la llegada de los fondos europeos de recuperación constituye, casi, casi, la única certeza. Sólo con que las tensiones en el Este europeo se redujeran drásticamente, la pandemia empezara a perder su virulencia, y la sensatez en la gestión de la 'cosa pública' fuera la norma entre los gobiernos europeos, el rebote en la actividad económica sería mucho más intenso de lo que pronostican la mayoría de las instituciones. Lástima que, de los tres elementos mencionados, únicamente el del control de la pandemia (y con dudas nada desdeñables) tenga visos de convertirse en realidad. Por ello y en definitiva, la incertidumbre seguirá siendo muy intensa a lo largo del año en curso y, en consecuencia, la recuperación económica tendrá menos brío del deseable. Aun así, y por ser un poco optimistas, las perspectivas no son malas.
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