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El británico David Attenborough afirma que los seres humanos somos «una plaga para el planeta»Secciones
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El británico David Attenborough afirma que los seres humanos somos «una plaga para el planeta»Según la ONU, desde el pasado miércoles 15 de Noviembre, nuestro planeta alberga ya ocho mil millones de seres humanos. Al leer la noticia, lo primero que vino a mi mente fue la imagen de ese portero de discoteca contando la gente que va ... entrando en su garito o la de esa azafata de vuelo haciendo el recuentro de pasajeros antes de cerrar las puertas del avión. Sea cual sea el método empleado por la ONU para contabilizar esa inmensa cantidad de personas que habitamos el planeta (y aunque las cifras bailen mucho o la fecha en cuestión sea puramente estimativa), la noticia tiene un enorme alcance por lo que ya implica pero también por lo que representa a futuro.
Miremos nuestro planeta como si de una aldea de 8.000 habitantes se tratara. Pues bien, de los 8.000 vecinos de esa aldea (distribuidos simétricamente en sexos), casi 5.000 son asiáticos (de los cuales casi un tercio es chino y otro indio), aproximadamente 1.120 son africanos, otros tantos son americanos y apenas 800 individuos somos europeos. Sólo el 18% de los vecinos de la aldea dispone de coche e internet, pero un 30% del total posee un teléfono móvil. La mitad de aldea es rural y la otra mitad urbana, casi 6.300 habitantes de la aldea disfrutan de electricidad pero apenas 3.000 vecinos tienen acceso a sanidad y 1.050 de ellos ni siquiera dispone de agua potable. Aproximadamente 2.400 habitantes de la aldea están en paro y, de cuantos trabajan, 2.240 se dedican a la ganadería o la agricultura, 1.120 a la industria y los restantes al sector servicios. En la aldea hay 2.160 habitantes que tienen menos de 15 años y sólo 640 vecinos superan los 65 años. El 15% de la aldea padece sobrepeso y una cantidad idéntica de vecinos sufre inanición. Cada año mueren 80 personas en nuestra aldea pero 160 más vienen al mundo. Ahí, en esa aldea, vivimos todos.
Igual que los miles de millones de hormigas de esa gigantesca colonia que se extiende a lo largo de 6.000 kilómetros (por las costas de Francia, España y Portugal), la especie humana puebla cada rincón del planeta. Tanto es así que el famoso naturalista británico David Attenborough afirma que los humanos somos «una plaga para el planeta». Y es que, en términos biológicos, se define como plaga a cualquier especie (animal o vegetal) que crece por encima de la capacidad de recursos que ofrece el hábitat que le da cobijo. En el año 1972, en su informe 'Los límites del crecimiento', la científica Donella Meadows ya advertía que «no puede haber un crecimiento poblacional, económico e industrial ilimitado en un planeta de recursos limitados» y calculaba que la superpoblación conduciría a un colapso inevitable en las décadas venideras. Recuerdo bien lo que, en el año 2000 en la Universidad de Helsinki, nos contaba una asesora en la Agencia de la ONU para el Cambio Climático, al explicarnos la peliaguda definición del 'derecho al desarrollo': «Si cada chino o cada indio tiene derecho -como cualquier occidental- a disponer de un frigorífico en su cocina o de papel higiénico en su cuarto de baño, harían falta los recursos de medio planeta adicional al nuestro para satisfacer esa demanda». Se quedaba corta.
Hoy la Humanidad -esos 8.000 millones de seres humanos- consumimos una cantidad de recursos equivalente a 1,75 planetas. Pero no todos consumimos de la misma manera: si los 8.000 millones de vecinos de la aldea global gastaran los recursos que consume el español medio, harían falta 2,8 planetas. 5,1 planetas hacen falta para mantener el ritmo de vida de los estadounidenses y hasta 9 planetas como el nuestro serían necesarios si todos consumiésemos como los habitantes de Qatar (ese país en mitad del desierto que tiene el dudoso honor de acoger el mundial de fútbol más insostenible de la historia). Sin embargo, más de la mitad de la 'aldea global' (unos 4.240 millones de vecinos del planeta) subsisten con menos de 2 dólares al día, por lo que su régimen de consumo de recursos y generación de residuos compensa en parte el desproporcionado estilo de vida de los países desarrollados. La falta de simetría en la distribución de la riqueza es tal que el patrimonio de los 26 individuos más ricos del planeta equivale a la riqueza agregada de la mitad más pobre del planeta: el peso económico de 4.000 millones de personas cabe en un autobús lleno de ultrarricos. Son esos 4.000 millones más pobres también los que más hijos tienen.
La demografía de una nación sigue siendo un factor crítico en su evolución histórica, su crecimiento económico y su peso geoestratégico. Buena parte del futuro del planeta (esa aldea global en la que todos habitamos) lo escriben las superpotencias demográficas. En ellas se magnifican los desafíos que amenazan al mundo (guerras, desastres ecológicos, pandemias, migraciones, recesiones, hambrunas, etc.) y ponen de relieve la fragilidad de la comunidad global. Mientras en España (como en muchos otros países desarrollados) el crecimiento poblacional se contrae y ya hay más perros (7 millones) que niños (6,6 millones), en la mayoría del mundo en vías de desarrollo (especialmente el musulmán) la población sigue creciendo. «Creced y multiplicaos» fue, según el versículo 1:22 del Génesis, el mandato de Dios a los hombres tras crear el mundo. Pues bien, hemos crecido y nos hemos multiplicado. Muchísimo. Y ahora ¿qué hacemos?
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