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Imaginémoslo. Vox ha ganado las elecciones generales y Santiago Abascal dirige el país. El éxito de la formación, calificada de ultraderechista, fue una sorpresa relativa, porque ya presidía algunas comunidades. La alarma salta en el partido. En una de esas autonomías, Andalucía, la de mayor ... extensión, los altos cargos públicos de Vox y de su sindicato afín han sido condenados por el Supremo a penas de cárcel. Robaron durante años el dinero destinado a la ayuda a los parados -680 millones de euros probados- y lo gastaron en subvenciones ilegales, favores a los amigos, cocaína, juergas y burdeles. Pero Abascal, habituado a adoptar decisiones peligrosas para la salud democrática del país, enmienda al alto tribunal, se erige en juez y parte, proclama la inocencia de sus militantes -los corruptos son siempre los otros- y estudia concederles el indulto.
El escándalo es monumental. Aquellos grupos respetuosos con las leyes y de honradez demostrada -comunistas, separatistas, terroristas recientes, nacionalistas radicales- se alían con el PSOE, fuerzan plenos extraordinarios y convocan manifestaciones en las calles ante la desvergüenza. Abascal está dispuesto a otorgar la medida de gracia a los responsables últimos del más inmoral caso de corrupción en España, y la izquierda y la ultraizquierda llaman a la movilización permanente. De la derecha mangante solo se puede esperar el pillaje continuado. Pero este es un relato falso, todos lo saben, cierto en los hechos y alterado en los nombres. No es Vox el partido ladrón sino el PSOE; no es Abascal el presidente sino Sánchez. Las siglas lo cambian todo, hasta la percepción del delito. Si los depravados son de izquierdas, la izquierda calla y Podemos se esconde.
Me parece que esta es una buena manera de poner de relieve las diferencias de criterio. La elección de Vox en el ejemplo viene dada por el rechazo que provoca en la izquierda y, a veces, en la derecha, y eso hubiera ocurrido si fueran reales los personajes de la ficción contada. Pero los atracadores son del PSOE y de UGT. El PSOE pone la mano en el fuego por Manolo y Pepe -Chaves y Griñán para los que no tenemos con ellos tanta confianza-, presidentes de la Junta durante el tiempo del saqueo a mansalva, en una cantidad tal que multiplica por cuatro el presupuesto de la ciudad de Santander en 2009, el año en el que se puso fin al asalto. Si tras el perdón interesado a los golpistas catalanes, Sánchez evita la prisión a Griñán, completará un círculo obsceno de desprecio a los jueces y enviará un mensaje nocivo a la sociedad: solo teme si no eres del partido.
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