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El abrazo para la historia de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias suma menos de lo que divide. A un lado, el fervor del nuevo frente de izquierdas abierto al trato con el independentismo y en la otra orilla, el corazón encogido de los que defienden ... el modelo político consagrado por la Constitución de 1978, también de muchos incondicionales del PSOE que ha contribuido a preservar el sistema, desde el Gobierno y desde la oposición, durante cuatro décadas. Y para completar el paisaje, el ardor guerrero que el pacto inyecta a la ultraderecha en auge. Desde la perspectiva cántabra, el electorado no andará sobrado de entusiasmo por un acuerdo entre el PSOE, al que acaba de castigar en las urnas, y Unidas Podemos, al que ya ha barrido de las instituciones tres veces seguidas y que ahora puede hacerse con una vicepresidencia y tres o cuatro ministerios del futuro Gobierno. A este apaño político tan incierto se encomienda el PRC de Revilla para mantener vigente el 'papeluco' del tren a Bilbao.
La política cambia de escenario a ritmo vertiginoso. Todavía no había terminado el escrutinio de la noche del 10-N y ya asomaban los críticos del PSOE cántabro para repartir estopa por el fracaso en las urnas. Al 'gurú' Iván Redondo más que a Pedro Sánchez por la fallida repetición electoral, a la ineficacia de Pablo Zuloaga y su cúpula en la movilización del partido para frenar el avance del PP, del PRC y de Vox, al mal resultado del candidato Pedro Casares, incluso en Santander, donde pretendía ser alcalde… En fin, todo el repertorio bélico del sector disidente para ir calentando las primarias de 2021 contra el oficialismo, que en su análisis tan poco autocrítico sobre la derrota, hasta la inclemente meteorología le servía como coartada.
En esas estaban los socialistas cántabros cuando estalló el preacuerdo fulminante de Sánchez e Iglesias, un hito recibido con la habitual variedad de actitudes y sensibilidades: la alegría sincera de los que se habían sentido decepcionados por el fracaso de la negociación tras el 28-A. Los que bailan al compás del mando, que lo mismo descalificaban sin compasión a Podemos y aplaudían a Sánchez cuando decía que ni él ni el 95% de los españoles podrían dormir tranquilos con la gente de Iglesias en el Gobierno, que ahora se conmueven con el abrazo fraternal. Los que pronostican que el PSOE se buscará la ruina en su intento de 'cabalgar al tigre': convivir en el Gobierno con un aliado que intentará aplicar a la economía o a la educación sus postulados de izquierda radical y que hasta ayer defendía el derecho de autodeterminación de Cataluña, y además negociar el apoyo de los separatistas irredentos. Finalmente, los socialistas a la expectativa, quietos hasta ver cómo evolucionan la negociación del pacto y el debate en el partido entre el nuevo régimen de Sánchez y la vieja guardia de los González, Guerra, Ibarra y barones afines.
Es más comprensible el júbilo generalizado en el seno de Unidas Podemos. El éxito indiscutible de Pablo Iglesias si llega al Consejo de Ministros del que fue vetado hace seis meses, y además con una importante cuota de poder, supondría una gran oportunidad para la recuperación de la izquierda radical en Cantabria, actualmente bajo mínimos.
A la presidenta del PP de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, le llegó la noticia del pacto de izquierdas en plena reunión de la ejecutiva nacional, donde suenan voces que piden agotar las posibilidades de un gran acuerdo constitucional con el PSOE frente a los extremos políticos y los soberanismos. No obstante, el partido se prepara para liderar la oposición, en competencia con Vox, que encuentra en la nueva coyuntura un buen caldo de cultivo para explotar su contundencia ideológica. El endeble Ciudadanos también rechaza el frente de izquierdas que ¡ay! bien pudo haber evitado con un acuerdo con el PSOE tras el 28-A.
El PP cántabro, reforzado por su reciente victoria electoral, también observa en el abrazo de la izquierda una ocasión para socavar al Gobierno regional del PSOE y del PRC de Revilla, quien antes comprendía el rechazo de Pedro Sánchez al pacto con Pablo Iglesias y ahora comprende que lo haya materializado.
Revilla y el PRC pronosticaban, o más bien confiaban, en que Sánchez sería investido presidente con la abstención del PP, pero de repente se topan con la incomodad de que pueden tener a Podemos y al independentismo como compañeros de viaje en el acuerdo para la gobernabilidad.
Si prospera el multipacto, el regionalismo tendrá que pelear las reivindicaciones de Cantabria al Estado que guían su doctrina en competencia con otros muchos grupos políticos que también quieren cortar el cupón. Además tendrá que hacerlo con mucha cautela para no sembrar dudas sobre su lealtad constitucional. El PRC ha hecho de la flexibilidad práctica sin carga ideológica un estilo político muy rentable, pero no siempre es posible conseguir los objetivos sin contaminarse, máxime en un escenario tan tóxico como el que prefigura el abrazo de la discordia.
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