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En León se ha levantado la bandera del reino histórico y gentes de todo el espectro social y político se han alistado en sus huestes. Socialistas y populares se rebelan contra la disciplina de las consignas que les llegan de Madrid y votan a favor ... de desgajarse de la comunidad castellano-leonesa. Por supuesto, Podemos, a la cabeza del populismo venga de donde venga, no ve contradicciones en agitar las banderas del tradicionalismo aunque sea 'Reino' y ellos propongan en Madrid cerrar la Zarzuela y jubilar a Felipe VI. A la cabeza del movimiento neo-nacionalista leonés, por supuesto, el inevitable partido regionalista Unión del Pueblo Leonés.
No hace más que seguir los pasos de Cantabria, Asturias, Navarra, Teruel y demás. En unos meses ha vuelto el Bloque Nacionalista Galego al Congreso de los Diputados donde ya no se le esperaba tras fracasar en su pretensión del siglo pasado de convertir a Galicia en una copia de Euskadi. El moderado autonomismo de Coalición Canaria ha subido el diapasón, y su portavoz en el Congreso, Ana Oramas, ya habla sin reparo en nombre de los «nacionalistas» canarios.
El rebrote del chauvinismo de 'las Españas' obedece a la convicción generalizada de que con Pedro Sánchez y el nuevo PSOE a los mandos del estado se «abrirá el melón». Y si se abre el melón del Estado, de la Constitución, del nuevo reparto de poderes y competencias todos quieren estar ahí. Hay que crear la necesidad y el agravio a toda prisa para que cuando llegue el momento exista en la calle y en las instituciones locales sembrada la semilla y agitada la sociedad para reclamar una parte del pastel. El guión ya está escrito por los genuinos representantes del populismo identitario. Se resucita el victimismo. Se denuncia una discriminación respecto a otras regiones o a otras provincias dentro de la misma región. Se reavivan fueros medievales y/o acentos peculiares.
Se acusa al 'centralismo' de centralismo en uno de los estados más descentralizados del mundo. Y, por supuesto, de aplastar las señas de identidad milenarias de esta u otra localidad. El banderín de la «deuda histórica» también suele dar muy buenos resultados para agitar a la parroquia. El proceso secesionista de Cataluña ha sido el gran detonante de esta explosión identitaria. Pero es clave el acuerdo de Sánchez con el PNV para «adecuar la estructura del Estado al reconocimiento de las identidades territoriales». Ese compromiso del nuevo gobierno de coalición anuncia una importante revisión estatutaria y constitucional, así que hay que revitalizar agravios, derechos, acentos, banderas y pendones para tener una cierta legitimidad en la mesa de la «adecuación del estado». Recuerda el actual proceso a cuando Segovia quiso ser independiente. Y estuvo a punto de conseguirlo en el marco de la construcción del estado de las autonomías. Le faltó un voto en Cuéllar para echar a andar como autonomía uniprovincial. Así que ahora que se va a abrir el melón de nuevo, puede pasar cualquier cosa.
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