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Después de un año de vorágine electoral culminado con la formación del incierto Gobierno presidido por Pedro Sánchez, ya va siendo hora de centrar la ... mirada y la energía sobre la inquietante realidad de Cantabria. De priorizar la política doméstica, que discurre errática y a sobresaltos, sin distinguir muy bien entre lo importante y lo accesorio, entre las polvaredas del amago de ruptura entre los socios del Ejecutivo PRC/PSOE o el retorno al primer plano del exconsejero Javier López Marcano que distraen la atención sobre los datos desoladores de la economía y el empleo o de las listas de espera sanitarias.
El Gobierno de coalición despliega una gran actividad de puertas hacia adentro. Apenas acababa de firmar una tregua inestable tras la crisis desatada por el PSOE por el voto regionalista contra la investidura de Sánchez, cuando se ha puesto a estudiar alguna fórmula para que López Marcano, exonerado definitivamente por la Justicia, recupere su lugar en la primera línea política. Una suerte de reparación moral que el dirigente regionalista reclama, sin ansiedad pero con firmeza, por la larga y dolorosa peripecia legal y por el sacrificio asumido para que su partido volviese al poder en 2015. Lo exigen también sus correligionarios y quienes le acompañaron durante años en la gestión de la cultura, el deporte y el turismo que en estos días celebran la victoria legal de su paladín.
En el PRC nadie duda de que Marcano, uno de sus dirigentes más carismáticos, tendrá el reconocimiento y el desagravio que merece, pero el encaje en el Ejecutivo no es fácil. El Estatuto no contempla más que un vicepresidente, el cargo que hubiera dejado vacante Pablo Zuloaga de haber llevado hasta el final su órdago al PRC. No se dio el caso. Recortar las parcelas de gestión de los actuales consejeros para darle algo de contenido a Marcano no resulta muy presentable, tampoco para el interesado. Hasta la normativa de igualdad de género que rige en el Consejo de Gobierno dificulta la incorporación de un nuevo consejero.
El propio Revilla ha mostrado expresamente su apoyo a Marcano, porque la relación ha mejorado después de un tiempo de distancia y de frialdad entre el líder y su delfín de tantos años, para buscarle un hueco en el Gobierno o en sus aledaños. Quizá al frente de una fundación que abarque relaciones exteriores, cultura, ciencia y promoción general de Cantabria, con recursos y con visibilidad política.
Pero mientras el Gobierno atiende a su logística interna, una larga secuencia de malas noticias desata la inquietud en Cantabria. Primero fue la catarata de expedientes de regulación de empleo, de cierres y despidos que mostró al Gobierno sorprendido y sin reacción. Ahora, los datos de la EPA, mortales de necesidad, con una caída brutal del empleo de casi un 19% frente al leve crecimiento nacional del 3,4%. Achacar el deterioro al aumento de la población activa, como ha hecho el Ejecutivo regional, resulta un argumento pobre cuando esa tendencia se constata en toda España. El comercio se estanca, la ganadería y la pesca declinan, el Puerto pierde el ferri con Irlanda, no abundan los proyectos nuevos y los viejos como la mina de zinc no avanzan, mientras la invocación del cambio de modelo productivo se queda en un recurso dialéctico poco convincente. La oposición política dibuja una situación de emergencia y los sindicatos ya no se conforman con echarle la culpa de la situación a la reforma laboral del PP y exigen al Gobierno regional planes de empleo urgentes. Menos mal que los empresarios se aferran a la esperanza para no caer en el derrotismo. La precariedad económica se extiende a los servicios, por ejemplo a la Sanidad, que ha disparado las listas de espera y acusa el déficit de recursos.
En el Gobierno tiran del manual político, cuyo primer capítulo subraya que es mejor afrontar las situaciones de crisis al comienzo del mandato que cuanto se acerca el momento de renovarlo en las urnas. Seguro que es así, pero lo cierto es que cuando apenas se ha consumido el primer semestre de la legislatura, el gabinete que preside Revilla ya presenta claros síntomas de fatiga y desgaste. Quizá porque los avatares de la política nacional le hayan distraído de sus obligaciones, que van más allá del discurso de reivindicación al Estado para que satisfaga su deuda de Cantabria en los Presupuestos Generales. O tal vez porque están dedicando más atención a las cuitas internas que a la gestión. A lo accesorio antes que a lo importante. En todo caso, resulta urgente cambiar los códigos, fijar una nueva escala de prioridades, mostrar impulso y liderazgo, aplicar un golpe de timón para enfrentar con responsabilidad, dedicación y, si es posible, con espíritu constructivo y de consenso en el debate político, el oscuro panorama que se cierne sobre Cantabria.
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