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Uno. El de doctor es, casi con toda probabilidad, el grado o categoría más importante (desde luego, inexcusable, en cuanto requisito, para desarrollar ese 'cursus honorum' en que consiste la carrera universitaria) en la vida de un profesor universitario. Culminación de un trabajo ... de años que se formaliza en la lectura de la correspondiente tesis doctoral, el de doctor viene investido de un aura de prestigio y aun de admiración que se verbaliza en el consabido 'Es doctor en… Derecho, Historia, Física…'. Un aura que, a su vez, se enmarca en la aureola de prestigio que, aún hoy y a despecho de un sinfín de circunstancias, conserva la Universidad como institución por antonomasia del saber.
Un aura de prestigio, el de la tesis doctoral y, por ende, del grado de doctor, que de un tiempo acá es blanco de un deterioro o erosión crecientes. Un deterioro o erosión que, naturalmente, no dice relación con la calidad intrínseca de cada tesis doctoral (dependiente de dos factores en lo esencial, la valía del doctorando y la pericia o sapiencia del director), sino con causas digamos estructurales, con la configuración actual de los estudios de doctorado.
Diferenciamos, a este efecto, dos supuestos: el de las tesis doctorales endógenas, esto es, las elaboradas en la universidad por quien alberga el propósito de 'hacer carrera universitaria'; y las tesis doctorales exógenas, a saber, las que, sin perjuicio de su dirección por un profesor universitario y su inexcusable lectura en la universidad, realizan quienes, de habitual vinculados a otra Administración pública bajo la condición de funcionarios públicos, no están ligados a la universidad por una relación de servicios de carácter profesional.
Dos. Ciertamente, no existe un canon o modelo de tesis doctoral. La universidad es plural y diversa, como plurales y diversas son las tradiciones universitarias en las diferentes ramas del saber. Mas, sí puede hablarse de un común denominador: si la tesis doctoral es el trabajo universitario por excelencia, su adecuada conclusión requiere de un determinado tiempo, imprescindible no sólo para profundizar en la materia objeto de la misma, sino, sobre todo y primordialmente, para dotar al doctorado de una formación que aun cuando, en principio, pueda tacharse de tangencial o periférica al objeto directo de la tesis doctoral, es, sin embargo, inexcusable para la posterior trayectoria académica. En ese sentido, por tanto, y entiéndase rectamente el sentido de las palabras que siguen, la tesis doctoral es un pretexto para la debida formación del futuro profesor universitario.
Esta (obvia) constatación, ¿está en armonía, como arriba decía, con la actual configuración de los estudios de doctorado, los que han de conducir a la lectura de la tesis doctoral y a la obtención del grado –o título, para no inducir a disemias o anfibologías dimanantes del actual rótulo de los estudios universitarios– de doctor? Si la actual normativa prescribe un período máximo de cuatro años para la obtención del referido grado o título, uno de los cuales ha de dedicarse a la superación de la variopinta amalgama, valga el casi pleonasmo, de actividades requeridas por las escuelas de doctorado, puede sin dificultad esbozarse una mueca de escepticismo acerca de la suficiencia de aquel plazo para realizar un trabajo digno, dicho en términos estrictamente académicos, del nombre 'tesis doctoral'.
Más aún: si el doctorando (supuesto que tenga la fortuna de haber sido agraciado con una beca para la realización de su tesis doctoral) ha de asumir alguna carga docente a partir del segundo año de su estancia en la universidad (y la preparación de una clase en la universidad no es, precisamente, una bagatela), el tiempo disponible para elaborar su tesis doctoral se ve aún más considerablemente reducido. Y sobre todo, si una vez obtenido el título o grado de doctor pretende 'hacer carrera universitaria' , es inexcusable, a efectos de obtener la oportuna acreditación por los organismos evaluadores llamados a valorar su trayectoria académico, que en su bagaje universitario figure 'algo más' que la sola tesis doctoral, para lo cual (salvo que no le importe 'irse al paro') se verá compelido a elaborar, durante el tiempo de elaboración de la tesis doctoral, una serie de artículos o trabajos, que, obviamente, restarán tiempo (considerable) al que, en buena lógica, debería dedicarse prioritariamente a aquélla.
Tres. Mas la tesis doctoral y, por ende, el grado o título de doctor tiene otra faz o variante, la de las tesis doctorales exógenas, las elaboradas por personas ajenas a la universidad, de ordinario profesionales al servicio de otras administraciones públicas y cuyo propósito, en la mayoría de los casos, claro, no es 'hacer carrera universitaria'. La pretensión de convertirse en doctores por estos profesionales ajenos a la universidad es, ciertamente, encomiable… encomiable y alentada vivamente por las propias autoridades académicas, que cifran en el número de tesis doctorales leídas un 'indicio' de calidad y excelencia, amén de permitir a los directores de las oportunas tesis doctorales 'engordar' su particular currículum. El 'deterioro' o 'erosión' de las tesis doctorales y del título o grado de doctor es, en estos casos, y como puede constatarse sin excesivo esfuerzo, de signo muy diferente al antes consignado.
Si las universidades tienen un propósito de que personas ajenas a la universidad lleven a cabo, en su tiempo libre y a expensas de robarle tiempo al sueño o al fin de semana, trabajos de una cierta altura intelectual, créese por el legislador un título o grado específico, distinto de aquel al que la tradición universitaria asocia el nombre de 'doctor'. El mantenimiento de la situación actual aboca al acrecentamiento del descrédito, del deterioro, de la erosión del grado de doctor… para escarnio de los doctores-universitarios.
Nota bene. ¿Una mitificación, y aún mixtificación, de la tesis doctoral y, por ende, del grado de doctor, la que revelan las antecitadas líneas? Puede ser, mas ¿qué es la universidad sino tradición?
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