Secciones
Servicios
Destacamos
En una ocasión le preguntaron a un rabino famoso cómo se debía celebrar el Kippur (la gran fiesta de la expiación), El maestro les respondió: « ... Id a ver cómo lo celebra el sastre Rubén». El tal Rubén, ni era un rabino famoso, ni era tenido por santo.
Extrañados, pero empujados por la insistencia del rabino, cuando llegó el Kippur se acercaron a la vivienda de Rubén y se pusieron a atisbar por una ventana. Vieron cómo se reunía el sastre con su familia y empezaba a recitar las oraciones del Kippur. Después vino la confesión de los pecados, para lo cual tuvo que sacarse del bolsillo una llave especial, abrir un armario y sacar una libreta en la que había estado anotando todos sus pecados, los de su mujer y los de sus hijos, y los leyó para confesarlos. Le llevo bastante tiempo, era la lista de pecados desde el Kippur del año pasado.
La sorpresa surgió cuando a continuación oyeron estupefactos como Rubén levantaba los ojos al cielo y decía: «Estos, Señor, son nuestros pecados. Ahora veamos los tuyos». Y empezó a leer de otra libreta: «El pequeño Simeón, que has dejado que muriera cuando aún no contaba dos años... Mi amigo Abrahán, que perdió la cosecha por la sequía...».
Y siguió enumerando todo lo que no iba bien a su alrededor, es decir los males del mundo. La lista divina era más larga que la primera.
Al terminarla dijo Rubén: «Como puedes ver, Señor, tus pecados son más numerosos que los nuestros. Pero no seamos rencorosos: por este año, quedamos en paz». La verdadera piedad no debe estar desconectada de lo que ocurre, de la realidad.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Rescatados ilesos dos montañeros tras pasar la noche a la intemperie en Gredos
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.