Adelantarse a la hambruna

La inseguridad alimentaria, el desabastecimiento, la consiguiente subida de precios en países desarrollados que durante décadas han derivado hacia terceros la producción de grano, y la ruptura del mercado por acopio y especulación son problemas que no pueden dejarse para después del verano, a la espera de que se atenúe el conflicto. Porque, de entrada, ello supondría desperdiciar el cereal ahora almacenado y perder la próxima cosecha. Si hay alguna posibilidad real de poner en marcha una operación naval por parte de las armadas europeas, el Reino Unido y EE UU para abrir paso al cereal en el mar Negro, sin que ello suponga un enfrentamiento directo con los buques de guerra rusos, ha de ponerse en marcha con absoluta urgencia. A pesar de que suponga neutralizar la actuación de las fuerzas de Kiev contra el despliegue naval del Kremlin, con el consiguiente riesgo de interferir puntualmente en la defensa de Ucrania. Porque más temerario sería entramparse en un trueque de sanciones por cereales con Putin, que daría a este un mayor control a cambio de inciertos resultados. La crisis alimentaria y la inflación obligan a cada país a reducir su dependencia de otros, y a la UE a replantearse la PAC en tanto que renuncia a una producción agrícola que se aproxime a la autosuficiencia.