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La guerra en Gaza mantiene en alza dos posturas inamovibles: Hamás pone en riesgo absoluto a sus ciudadanos ocultándose tras la población civil e Israel ... reprime muy duro para no dar imagen de vulnerabilidad, como sucedió el 7 de octubre. Un Israel vulnerable es el fin de Israel. Pero hay una gran división en este país, muy polarizado en lo político (pero no como nación, y esta es su fuerza), lo cual genera un ruido falso, equívoco, que Hamás-Irán han interpretado mal.
Israel ha sido herido, no de muerte pero sí gravemente, en lo físico y en lo psicológico. Para un país y un pueblo que arrastran una historia como la judía, con un presente por fin consolidado como país fuerte y temible entre países fuertes y temibles, la seguridad es la clave. Jamás permitirán que puedan ser vencidos. No hay que olvidar esta perspectiva para entender a Israel: es un Estado reciente de un pueblo que nunca lo tuvo y que sufrió en la historia permanentemente. Por tanto, la reacción de Israel siempre será cien veces superior a la agresión que sufra. Ahora puede verse.
Sin embargo, hay algo que está actuando contra Israel: la batalla de la imagen. La está perdiendo, si no la ha perdido ya. Demostrar una fría insensibilidad hacia las víctimas de la guerra que está llevando a cabo inhabilita cualquier argumento positivo que pudiera sostenerse en su pretensión de eliminar a Hamás. Podrá justificarse que se ha advertido con tiempo a la población para que abandonen el norte de Gaza, podrá argüirse que los cuarteles y municiones de Hamás estaban debajo de los hospitales de la ciudad arrasada, pero la interpretación más común que el mundo hace de sus bombardeos letales es que Israel mata a inocentes.
No es el Gobierno de Netanyahu capaz de mostrar inteligencia política a este respecto. Es un Ejecutivo de fiera herida que ha perdido representatividad. Hamás utiliza esa masacre de su pueblo como 'foto victoriosa' y vuelve contra Israel cualquier posibilidad de justicia o de necesidad restitutiva. Por tanto, Israel se equivoca si no evita que aumente el odio, por mucho que le asista la razón histórica. Bien sabe el pueblo judío que los muertos siempre reclaman justicia y el tiempo se la da. Ante la cruel estrategia de Hamás, la perspectiva que parece haberse adoptado, después de casi dos meses de guerra, es que el Gobierno de Israel ha caído en una trampa, en la que estaría hundiéndose en un error inconmensurable. No es el actual Ejecutivo hebreo el que debería llevar a cabo la finalización de la guerra. Debería ser otro con una perspectiva más amplia y pacificadora. El asunto de la devolución de los rehenes, los que queden, tiene cegado a Israel como una maldición bíblica.
Consecuencias: Hamás será arrasado, aunque renazca fragmentada más adelante; en Israel habrá una fiebre de hiperseguridad que se dirigirá contra los palestinos; a medio plazo debería haber en Tel Avid un Gobierno de verdadera unidad nacional como palanca para otro escenario político en el país, aunque la acción de Hamás iba orientada a radicalizar más aún al Ejecutivo de Netanyahu, cosa que, en una primera fase, no es descartable.
Por otro lado, una perspectiva también errónea es mezclar a todos los palestinos en el mismo y vacuo arco político de 'la causa'. A veces el rechazo a Israel proviene de tres perspectivas erróneas: 1ª) el relato simplificado y parcial de que la historia de Israel se basa, según cierta izquierda, en que los judíos arrebataron las tierras a los palestinos tras la guerra de 1948; 2ª) la magnificación de Arafat, personaje oscuro y terrorista que logró poner su causa bajo el paraguas del tercermundismo, el anticolonialismo y el antiimperialismo capitalista; 3ª) el blanqueo del yihadismo de Hamás, evitando considerarlo un movimiento terrorista.
Las claves para la resolución del conflicto podrían salir de los siguientes puntos de partida: a) Disminuir la fuerza mortífera de Hamás al máximo, lo que hace inevitable la acción de represalia actual, que costará muchas vidas y no parará pronto. b) Preservar con algodones los contactos con Fatah (Autoridad Palestina), aunque es muy difícil porque en Cisjordania ya crece Hamás y ven a Fatah como humillado y sometido a Israel. c) No avalar el hecho de que solo Hamás represente a los palestinos. Hay que tener frialdad para cercenar el cáncer de Hamás que pudre al pueblo palestino. d) Trabajar por la idea de los dos Estados, sin duda, pero aunque esta es la política que hay que alentar ahora se está muy lejos de eso, dada la desconfianza, el rencor y el odio mutuos.
Pese al último Gobierno de Netanyahu, Israel tiene capacidad democrática para dar un vuelco a su política. Dificilísimo, es verdad, dado su sistema electoral y la polémica ley contra la neutralidad del Tribunal Supremo, pero es una sociedad con conciencia para generar un cambio.
El papel de la UE ha de ser muy crítico con los gobiernos ultras de Israel, desde luego, pero es inasumible demonizar el Estado israelí y su historia, que es compleja y llena de matices decisivos; la izquierda ha de apoyar movimientos que sirvan para construir, no para enfrentar; y la derecha ha de dejar de usar a Israel como arma arrojadiza en mezquinas políticas nacionales, como sucede en España. Pero todos han de ser también muy críticos con las políticas, estrategias y liderazgos de los palestinos, que arrastran corrupción, sobornos, chantajes, fanatismo y batallas intestinas entre Hamás y Fatah.
Finalmente, Hamás tiene secuestrado al pueblo palestino y no ha hecho absolutamente nada por un futuro que no sea el futuro islamista, basado en el mantenimiento del 'estatu quo' doloroso. La inmensa mayoría de la ayuda económica y humanitaria recibida en la Franja en más de quince años se ha invertido en fortalecerse militarmente, en hacer túneles y en reprimir cualquier voz de rebeldía. En el mundo actual, donde crecen los movimientos reaccionarios y el islamismo cobra fuerza, Hamás se ha sentido legitimado en su salvaje acción, aunque eso le suponga siempre gastar su mejor munición: su propio pueblo. El pueblo palestino aspira a vivir en paz. Debe poder vivir en paz. Israel también. Hay que trabajar por los dos Estados. Pero antes habrá de pasar la bola de fuego que Hamás ha prendido y que Israel usará con carácter definitivo, cueste lo que cueste, incluida su razón de Estado.
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Ana del Castillo
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