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Ya no podemos vivir sin esta 'maravillosa/maldita' aplicación de mensajes en nuestros móviles. Si durante el año recibimos 'N' mensajes al día, esa cantidad se ha multiplicado por cinco en las pasadas fechas navideñas: los mensajes directos y los mensajes en los grupos en ... los que estamos nos han llegado a raudales. Y nosotros también hemos enviado cinco veces más mensajes. Reconozcámoslo.
A estos entornos clásicos del whatsapp (los 'chats' y los grupos) se unen otros dos espacios informativos y comunicativos: los estados y los canales.
Los 'estados' son esas actualizaciones que un usuario puede añadir a su perfil con una foto, un video o un texto (o varios) y que duran ahí 24 horas. Cualquiera de nuestros contactos puede ver nuestro 'estado' si va a la zona de los estados (en la pestaña Novedades). Es algo que el contacto ve de forma opcional, no porque se lo enviemos a su chat. También se detecta si alguien ha puesto algo en su 'estado' porque la foto de su perfil aparece rodeada de un círculo verde. Es como un mini tablón de anuncios personal de 24 horas de duración que mostramos a la 'audiencia' de nuestros contactos.
Hace unos días un amigo (periodista, por cierto) me agregó a un grupo llamado 'envío masivo'. Al entrar vi que había más de 500 usuarios con sus teléfonos, de los de algunos me salía el nombre por ser un contacto común con mi amigo y de otros muchos solo veía el teléfono (y su foto y perfil, dependiendo de la configuración de su privacidad).
Se montó un simpático debate entre los miembros del espontáneo grupo, sobre las intenciones del autor del semejante «desaguisado digital». Se habló incluso de organizar una comida en la localidad del autor. Muchos se fueron saliendo del grupo y yo avisé en privado al autor quien me dijo, horrorizado, que estaba limpiando uno a uno los 600 usuarios que había añadido, sin darse cuenta de que había usado una opción errónea para poder comunicarse con sus amigos y conocidos (supongo que con motivos navideños). Whatsapp tiene 'Listas de difusión' que permiten enviar rápidamente un mensaje a muchos contactos, y así éste llega como un mensaje individual a los chat privados que ese usuario tiene con nosotros. Esa habría sido la herramienta-whatsapp más adecuada al objetivo de mi amigo. Afortunadamente nadie se enfadó, todo lo contrario. Pero este tipo de acciones (compartir datos privados sin permiso) puede ser objeto de atención por parte de la Agencia Española de Protección de Datos.
La empresa Whatsapp, con 55 empleados y sin apenas facturación, fue comprada en febrero de 2014 por Mark Zuckerberg, fundador y dueño de Facebook, por 19.000 millones de dólares. Hace unos meses, la empresa Vodafone, que hace años compró ONO, ha sido ahora comprada por un fondo por 5.000 millones de euros. Una cuarta parte del valor de whatsapp hace 10 años. Tiene unos 4.000 empleados.
Los usuarios no pagamos dinero por usar Whatsapp. Además de las herramientas mencionadas, ahora dispone de la posibilidad de intercambiar audios y vídeos. De establecer llamadas múltiples de voz y de vídeo, en tiempo real y sin coste monetario alguno.
Esta empresa tecnológica, llamada ahora Meta, tiene una valoración bursátil en torno a los 1.000.000 millones de dólares: 200 veces más que Vodafone España.
El dueño de Whatsapp nos dijo en Barcelona MWC en 2014 que iba a respetar la privacidad de los mensajes. El secreto de las comunicaciones está protegido por nuestra Constitución (artículo 18) y por las constituciones en todos los países democráticos.
Casi nadie de los presentes en aquella conferencia de febrero de 2014 creímos a Mark Zuckerberg. Nos cuenta ahora Meta que nuestros mensajes están cifrados criptográficamente extremo a extremo. Y es cierto, no mienten en ese punto. Al inicio del whatsapp los mensajes viajaban en abierto.
Lo que no nos cuentan, porque es la esencia de su demoníaco negocio, es la inmensa riqueza de metadatos que generan nuestras comunicaciones, algo que conservan y analizan intensamente. Y los cruzan con los datos de Instagram y Facebook, aplicaciones que también poseen, así como con datos de otras fuentes más 'profundas'.
Estamos en sus manos. Nadie quiere prescindir del Whatsapp. Nos ha atraído con sus tentadoras mieles y nutre nuestra mente para alimentar nuestros deseos, incluso aquellos deseos que ni sabemos que tenemos.
El remedio es la reflexión, la calma, el análisis de nuestro propio comportamiento. Eso es muy difícil lo sé. Porque en el mundo moderno se alimenta el ansia de la inmediatez. De responder sin haber leído. De contestar sin haber escuchado.
La sociedad nos ofrece foros de reflexión y debate. Foros de diálogo y escucha, lugares de encuentro. En Santander se celebró en junio la Jornada nacional sobre la Sociedad Civil. Estos foros son muy valiosos, cuidémoslos, por favor.
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