Secciones
Servicios
Destacamos
La industria es sexy y si es tecnológica lo es mucho más. La productividad de la industria es mayor que la de otros sectores económicos: un 31% por encima de la construcción y un 16% por encima de la media general (datos INE).
Hace años ... la industria representaba más del 20% de la economía en términos de PIB, incluso más. La media actual en España está en el 11%. Cantabria tenía en 2022 un honroso 15,6 %, pero las cifras de 2023 y las noticias de 2024 no invitan al optimismo. Los campeones industriales son Navarra (23,5%), Rioja (19,9%) y el País Vasco (18,7%).
No todas las industrias son iguales. Hace años que España no puede aspirar a mantener un tipo de industrias que hubo de desmontar en los años 80. En aquellos años se llegó a afirmar que «la mejor política industrial es la que no existe».
En los 90 y los 2000 perdimos el foco: en España se abandonaron muchas industrias que, de haber evolucionado tecnológicamente, hoy serían punteras. Algunas regiones aspiraron a ser como Florida: un destino de ocio y turismo y, con los sucesivos 'booms' de la construcción, se desviaron a ese sector muchas inversiones y talento. El resultado fue que ahora tenemos en activo inmobiliario un porcentaje mayor de inversiones que el de otros países más industriosos y productivos.
Desde mediados de los 2000, al darnos cuenta del error, quisimos recuperar algo de músculo industrial, pero el avance en dos décadas ha sido escaso, salvo honrosas excepciones.
La buena industria es la que se apoya en la investigación, en el desarrollo y la innovación. Solo así se consigue mantener competitividad y sostenibilidad.
Cuando el producto y el proceso de fabricación se desarrollan en otros lugares, aunque se capten inversiones industriales extranjeras, estas se pueden marchar a otros países tan rápido como llegaron.
Los territorios invirtieron en los años 90 y 2000 en crear institutos tecnológicos para dar soporte técnico a las empresas y ayudar en la innovación aplicada a procesos y productos. Los casos en la cerámica, el calzado y el textil en la Comunitat Valenciana son ejemplos gratificantes de éxito. El Centro Tecnológico de Cantabria cerró 2023 con un crecimiento del 30% y está en una senda muy prometedora.
Por su parte, las universidades han ido creando institutos científicos dedicados a la investigación básica y aplicada. Muchos de ellos trabajan con empresas nacionales e internacionales para aplicar sus conocimientos en desarrollo de productos y procesos. Pero la deseada actividad de transferencia tecnológica desde la academia a la industria no funciona bien. El investigador y profesor Narcís Cardona, director del instituto iTEAM de la UPV, señalaba, con motivo del 20 aniversario de su entidad, que»el puente que hay entre ciencia e innovación y entre ésta y la empresa es estrecho». Hay una falta de alineación de las fortalezas de unos y otros, de forma que se investiga en temas que no llegan a las empresas y las empresas están necesitadas de desarrollos de soluciones que, salvo honrosas excepciones, desde la academia no se les da respuesta.
En España se fabricaban televisores, centrales telefónicas, ordenadores, teléfonos e incluso chips. Tuvimos en Valencia una fábrica de tecnología muy avanzada que inició su actividad hace ahora 50 años: IBM creó una fábrica en 1974. En 1985 exportaba por valor de 500 millones de euros y llegó a tener más de 1.000 empleados, la mitad con titulaciones universitarias. Su presencia duró tan solo 21 años, hasta 1995, En el momento de su venta sus instalaciones ocupaban 250.000 m2 que hoy se mantienen en desuso en su mayor parte. Todo un desperdicio.
Pero todo eso se olvidó. No se creó un instituto de microelectrónica que mantuviera aquel talento industrial. Ahora las tecnologías electrónicas y fotónicas se manejan con dimensiones 10.000 veces más pequeñas que cuando abandonamos ese campo. Dominar ahora la cadena de valor de la electrónica es misión imposible. Ignorar los eslabones de valor, las interrelaciones, las tendencias y las oportunidades de las nano electrónica y fotónica es un suicidio para cualquier industria, incluso para cualquier empresa de múltiples sectores.
El mundo actual es mucho más complejo de lo que era hace una década. Sería un error obsesionarse con una 'tecnología de moda' copiando únicamente lo que hacen en otros países.
El cambio climático, las pandemias, la inteligencia artificial, el mix energético, la polarización social, la desigualdad y la geopolítica poliédrica, son factores que complican aún más las decisiones estratégicas que busquen un mayor bienestar de las personas y la sostenibilidad de los territorios y paisajes.
Los gestores públicos, además de necesitar un conocimiento previo de la industria y la tecnología, deberían establecer misiones y objetivos y trabajar de forma eficiente y leal en grupos interministeriales y entre administraciones nacionales, autonómicas y locales. Y ello además en cooperación con las entidades empresariales y laborales (sindicatos) y con los institutos tecnológicos y científicos.
Todo esto es mucho pedir, ya lo sé. Me entristece ver el tiempo perdido en peleas políticas y en rivalidades personales en entidades académicas y científicas.
Andamos sobrados de declaraciones, notas de prensa y de presentaciones rimbombantes. Pero luego los procedimientos se eternizan y las decisiones se dilatan. Es muy frustrante cuando se ha trabajado en entornos multinacionales de altísima competitividad.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.