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La pandemia del covid nos ha hecho mucho bien en algunas cosas, yo así lo creo. No es que hayamos salido mejores, como ingenuamente pensábamos en 2020, pero hemos avanzado en muchos aspectos. Lo más relevante ha sido la atención sanitaria y el desarrollo de ... vacunas y tratamientos médicos, pero hoy quiero hablar de algo que me toca más de cerca: los avances en la tan necesitada digitalización de personas, empresas y administraciones.
La digitalización de España, muy notable, se puso a prueba en 2020: de repente casi todo el mundo tuvimos que quedarnos en casa durante 99 días. Y la banda ancha funcionó, y de qué manera, debido a que tenemos la red más potente de Europa.
Funcionó el acceso remoto a los trabajos gracias a la determinación de los equipos de informática de empresas y administraciones. Funcionó una logística reforzada por los sistemas telemáticos y también las personas tuvimos nuestros méritos. Pienso en esos docentes usando por primera vez las herramientas de las aulas virtuales y dando clases con video por Internet en línea que sudaron lo suyo, pero lo lograron. Esas reuniones por Zoom, Teams, Meet a las que hoy ya estamos tan acostumbrados, pero no entonces… esos grupos de Whatsapp y Telegram echando humo. Todo funcionó de forma admirable.
Meses más tarde, cuando empezamos a salir y pudimos sentarnos en bares y restaurantes nos familiarizamos con el uso de códigos QR, esos cuadrados llenos de puntos que al ser detectados por las cámaras de nuestros móviles nos llevaban a una información deseada, ya fuera el menú del restaurante, un programa de actividades o la descripción de una obra de arte.
Hemos visto de lo que somos capaces, sin previa planificación, sin periodos de prueba de las herramientas ni clases de formación.
La necesidad obró milagros: dejamos a un lado muchas 'tonterías' y miramientos, superamos nuestro miedo interno y nuestras pegas: era necesario hacerlo, y allá fuimos.
Ahora somos capaces de reaccionar rápido, con eficacia y también con prudencia y rigor porque estamos en el siglo XXI y podemos medir los riesgos. Tenemos una formación y una experiencia que nos permite reaccionar sin olvidar las precauciones básicas de seguridad física y lógica. La premura puede obligarnos a saltarnos algunos pasos en las acciones, pero los esenciales y vitales que afectan a la seguridad de las personas los respetamos.
La acelerada digitalización de procesos ha permitido a administraciones y empresas de servicios al público ofrecer nuevas vías de acceso para gestiones sencillas y rutinarias. Y estamos contentos por ello.
Lo que ya no nos alegra tanto es que al regresar a la normalidad algunos gestores del servicio a las personas (funcionarios, políticos o empresarios) hayan mantenido cerrados los accesos presenciales a todo el público, o hayan puesto barreras como la cita previa (para la que antes de pedirla se necesitan incluso claves o certificados digitales).
Esas barreras para lo presencial son infranqueables para las personas mayores. Y esos abusos no los vamos a consentir pacíficamente.
Algunos departamentos gestores se rinden muy pronto. Les falla a veces una correcta configuración de un proceso digitalizado y en seguida se lanzan a echar la culpa a los informáticos, a la vez que despliegan un ejército de técnicos de soporte a usuario para resolver manualmente lo que, si estuviera bien configurado, el usuario podría hacer por sí mismo.
Y todo ese sobreesfuerzo de soporte manual quita energías para resolver los problemas en origen, donde han de trabajar juntos técnicos e informáticos a fin de evitar frustraciones de usuarios y profesionales. Además, ese sobresfuerzo manual quita tiempo para pensar, planificar y resolver asuntos, algo que solo los humanos podemos hacer.
Este tipo de situaciones se repite más de lo que yo creía, tal y como he experimentado recientemente. En mi caso yo no me rendí, perseveré firme como 'usuario digital ejemplar', sin admitir manualidades para algo que me parecía obvio que se podía resolver. Con toda la empatía que pude, pero sin bajar la guardia ante ataques y resistencias 'anti-digitales', obtuve mi recompensa: lo arreglaron.
La resistencia al cambio sucede también en las empresas y es comprensible. Pero luego resulta que unos meses después de probar los sistemas digitales descubrimos que ya no podríamos vivir de otra forma, porque nos aportan eficiencia, flexibilidad, control remoto, visión del negocio y posibilidad de conciliación.
Si con la abrupta pandemia fuimos capaces de encontrar, implantar y utilizar soluciones digitales, ¿de qué no seremos capaces si nos empleamos a fondo en mejorar procesos con herramientas digitales? Es cierto que la tecnología cambia muy deprisa y no es fácil saber qué sistema digital usar y cuándo hacerlo, pero también es muy cierto que va nuestro futuro en ello.
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