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Hablar sobre inteligencia artificial (IA) empieza a ser como lo que dijo Eugenio d'Ors de las conferencias: o das una o te la dan. Se cumple un año, justo ahora, desde que asistimos a un hito singular que nos sigue teniendo a todos asombrados ... con relación a la inteligencia artificial: la empresa OpenAI puso a disposición para un uso libre, gratis y en abierto, de su plataforma conversacional ChatGPT.
Se trata de una aplicación web basada en inteligencia artificial generativa con un 'modelo de lenguaje extenso' (LLM en inglés) que supuso hace 12 meses una ventana abierta a la 'democratización de la inteligencia artificial'.
Si bien, desde hace años, se usan diversas tecnologías de inteligencia artificial para muchas aplicaciones, como por ejemplo en el tratamiento de imágenes médicas, en temas de seguridad y en ayudas a la conducción autónoma, la irrupción de ChatGPT dejó bastante descolocadas a grandes empresas tecnológicas como Google (filial de Alphabet), Facebook (filial de Meta), Amazon o Apple.
Todas ellas llevan acumulados miles de millones de dólares invertidos en desarrollos propios sobre IA o en la compra de empresas especializadas. Y de repente, un sistema muy sencillo de usar era capaz de conversar en varios idiomas dando respuestas muy bien elaboradas, con apariencia casi humana y con una precisión admirable.
Fue en ese momento cuando una 'vieja' empresa tecnológica llamada Microsoft se adelantó a las otras y compró el 49% de OpenAI, garantizándose los derechos exclusivos de los nuevos desarrollos ChatGPT.
Y en estas últimas semanas estamos asistiendo a un verdadero culebrón alrededor de esa empresa, con el despido de su CEO Sam Altman un viernes, el nombramiento de un CEO provisional el sábado, otro nuevo CEO el lunes, para retornar el miércoles a nombrar a Sam Altman de nuevo en su puesto inicial, tras la amenaza de abandono por el 97% de la plantilla de la empresa si no regresaba su líder. Cuando escribo este artículo la situación está en ese punto.
El hecho es que este otoño estoy asistiendo a varios eventos semanales sobre inteligencia artificial. Leo decenas de artículos informativos y de análisis sobre la IA cada día (no exagero). Por una parte, es algo que me alegra, porque significa que esa importante tecnología está calando en todas las áreas del saber, en los foros de opinión y en todo tipo de actividades sociales o económicas, pero por otra veo con temor una probable banalización de la utilidad de la IA.
Y creo que es muy importante el conseguir comprender bien esta tecnología para poderla adoptar como una herramienta al servicio del ser humano.
Al igual que pasó con los smartphone en los años 2010, pronto se llenarán las calles de 'tiendas IA', para continuar al poco tiempo con los 'outlet IA' y con 'Bazar IA todo a 100', sin olvidar el inevitable 'Hágase millonario vendiendo IA'. Y mientras, en la trastienda, algunos se aprovecharán del deslumbramiento general.
Lo cierto es que están sucediendo cosas muy prometedoras hechas con tecnologías de inteligencia artificial (no únicamente la generativa tipo ChatGPT).
Recomiendo ver la mini-serie 'Alter ego' en RTVE play con Almudena Ariza y Carles Tamayo, grandísimos periodistas y comunicadores. Lástima que Almudena esté ahora mismo atendiendo a su papel de corresponsal en el conflicto de Gaza e Israel. Pena sobre todo por lo terrible de la guerra y el terrorismo y también, de rebote, porque se ha puesto en suspenso un proyecto piloto de RTVE usando la IA para facilitar el trabajo de periodistas como Almudena.
Quizá exagero con mi calificativo de suflé. Con ese término quiero reflejar mi temor a que nos quedemos con la espuma, con lo más llamativo y anecdótico, mientras nos perdemos la sustancia, la esencia de la inteligencia artificial y su gran potencial.
Es muy habitual sobrestimar los efectos de una nueva tecnología a corto plazo, mientras que se tiende a subestimar su efecto a largo plazo. Somos malos gestionando las expectativas, tal y como enunció la Ley Amara (investigador, científico, futurólogoy presidente americano del Institute for the Future).
Es positivo que hablemos y debatamos sobre la IA con un prudente optimismo y se analicen todas las implicaciones de su uso sin intentar detener su desarrollo. Creo que nos haríamos un flaco favor, ya que es imposible parar la IA a escala mundial y si intentáramos detenerla o ignorarla le dejaríamos a 'los malos' las llaves de los desarrollos.
Hay mucho poder en juego, geopolítico y estratégico, y no únicamente con la IA generativa, sino con las otras IA 'estrechas' o la IA 'general'. También hay juego de poder con la tecnología de los chips que son los que permiten que funcionen las IA con mayor velocidad y menor consumo. Y por supuesto con las redes de alta velocidad y baja latencia, 5G, 6G Wifi-7 que nos acercan la IA al bolsillo o al cerebro. Hay una 'guerra' por el uso del espectro radioeléctrico. También se lucha por el poder de los centros de proceso cercanos (los denominados 'edge computing'). Son territorios tecnológicos en los que necesitamos que nuestros dirigentes estén bien conscientes y asesorados. Aquí estamos los ingenieros.
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