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En el centro de Santander, desde hace varios años, languidece uno de sus barrios históricos, el Cabildo de Arriba, quizás esperando el último suspiro. En el año 2008, tras varios hundimientos de casas que causaron víctimas, se encendieron las luces de alarma.
Los vecinos ... se organizaron y constituyeron en asociación, promoviendo charlas y debates que se acogieron, en puntuales ocasiones, en su principal edificio, el que nos representa a todos, el Parlamento. Como consecuencia, el Ayuntamiento se implicó anunciando que acometería su 'recuperación integral' con la rehabilitación de los inmuebles históricos y la construcción de nuevos edificios, zonas verdes (de las de verdad) y espacios comerciales, se proyectó incluso una gran plaza. En definitiva, se convertiría en un barrio nuevo, dinámico y moderno. Los propios vecinos declaraban, satisfechos, que ya no había marcha atrás. Pues bien, las buenas intenciones se quedaron en eso, la realidad es que el deterioro prosigue y cuando uno pasea por algunos lugares del barrio parece que ha sido diezmado por la peste o bombardeado.
No imaginaría el pintor flamenco Joris Hoefnagel, aquella mañana de 1575, mientras garabateaba los detalles de la villa medieval portuaria y amurallada que tenía ante sus ojos encaramado al Cerro de San Martín, que, al incluirla en el Civitates Orbis Terrarun, primer atlas de ciudades del mundo, nos estaba legando uno de los testimonios gráficos más importantes de nuestra historia, en el que documentaba el embrión del Cabildo. Este dibujo nos permite, aún hoy, recordar como era aquella villa abierta al mar que salía del medievo para adentrarse de lleno en el Renacimiento.
Apenas un centenar de viviendas, agrupadas en torno a un puerto de pescadores y comerciantes de lana, cercadas por inexpugnables muros que las protegían de un peligroso exterior montañoso y marítimo, conformaban tan singular silueta. Intramuros se diferenciaban dos zonas bien delimitadas; la más antigua y principal, 'la puebla vieja', origen de la villa, encaramada en lo alto del cerro de Somorrostro y separada por un brazo de mar de 'la puebla nueva'. Varios edificios ennoblecían el primer barrio, el más rancio y linajudo: el castillo del Rey, la Colegiata de los Cuerpos Santos y el palacio del Abad, máxima autoridad local. 'La puebla nueva', la parte de la villa más moderna, era prolongación de la primera y fue creciendo conforme al aumento de la población. Desde la Rúa Mayor, la principal calle de la puebla vieja, tras atravesar la puerta de san Pedro, se accedía al arrabal 'de la Mar', extramuros, habitado por la numerosa población pescadora. En dirección a Burgos se prolongaba el llamado barrio de 'fuera de la puerta', formado por un grupo de casas alineadas un tanto alejadas de la villa. Con el tiempo, la medieval Rúa Mayor se convirtió en Calzadas Altas y después en calle Alta. Esta zona cambiante en el tiempo es precursora del actual y polémico Cabildo de Arriba.
El origen de los Cabildos nace de la necesidad que las gentes del mar tenían de defender sus derechos. Hasta el siglo XV, Santander era regida por seis linajes dominantes que se alternaban en el poder. El pueblo común, es fácil suponer, se encontraba indefenso y víctima de ese estilo de poder y de sus arbitrarias decisiones. La primera 'Cofradía de Mareantes y Navegantes de San Martín de la Mar' que acogía a una mayoría de la población de la villa consiguió en 1451 que el ayuntamiento admitiera a su representante. Avanzado el Siglo de las Luces, aquella cofradía se escinde en dos, una parte, el Cabildo de Abajo, quedó polarizado en torno al Arrabal de la Mar, la otra, el llamado Cabildo de Arriba, en la calle de Fuera la Puerta y Calzadas Altas.
A lo largo de la Edad Moderna este lugar se enriquece con nobles construcciones públicas y privadas. El arquitecto franciscano Fray Lorenzo de Jorganes proyecta, con el patronato de María de Oquendo, el Convento de la Santa Cruz de monjas clarisas, actualmente en estado lamentable. En 1774 se construye la iglesia de La Consolación; en 1778 la Casa, tan necesaria, de Expósitos, y en 1791, el Hospital de San Rafael, actual sede del Parlamento de Cantabria. En 1887 el barrio cambia radicalmente su relación con el mar, cuando en el muelle del Dueso se construye la Rampa de Sotileza. Hasta ese momento el agua llegaba a sus orillas. Este fue el marco y estas fueron las gentes que protagonizan 'Sotileza' de Pereda, su novela más pejina.
Durante el vertiginoso desarrollo decimonónico experimentado por la flamante ciudad de Santander se disuelve, en buena medida, la memoria compartida hasta entonces por los vecinos del barrio, que pasaron a denominarse a sí mismos 'callealteros', título que lucía con orgullo nuestro ilustre Marcelino Menéndez Pelayo. En nuestros días tal denominación ha pasado a nombrar al conjunto del barrio.
El tiempo con sus devaneos cambió aquel Santander y fue desapareciendo esa villa, transformándose en la capital en que vivimos. Los últimos vestigios y lo que quedaba de ambas pueblas se convirtieron en cenizas en 1941. El nuevo y moderno Santander fue arrinconando a aquel viejo barrio que día a día se iba deteriorando.
El Cabildo de Arriba, memoria indisoluble de nuestra ciudad, agoniza y sufre el abandono y olvido de los últimos años. Casas arruinadas se alternan con solares semiabandonados utilizados como basureros y focos de suciedad en donde conviven las ratas con la desidia, como si fuera una zona marginal de la ciudad. Los santanderinos debiéramos sentir vergüenza ante el abandono que sufre en el corazón de Santander un barrio histórico como el Cabildo de Arriba y sonrojarnos por no ponerle remedio.
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