Esto es agua

La vida es extraña y asombrosa siempre. Lo es en todo momento y en todo lugar. Pero ocurre que damos por sentado lo que es sublime. Quizás porque, después de todo, estamos vivos todo el tiempo (al menos hasta que nuestra muerte llegue). Es decir, ... al hecho milagroso de vivir uno se acostumbra. La consecuencia es que, al final, a fuerza de experimentar lo extraordinario cada día, eso que es extraordinario se acaba volviendo invisible a nuestros ojos. Se produce, así, lo que David Foster Wallace relató en 'Esto es agua', esa especie de parábola que leyó en la ceremonia de graduación del Kenyon College en el año 2005. Wallace, en ese discurso, dijo: «Van dos peces nadando por el mar y se encuentran con un pez más viejo que viene nadando en dirección contraria. El pez mayor los saluda y les dice, Buenos días, chicos. ¿Qué tal está el agua? Los dos peces jóvenes siguen nadando y al cabo de un rato uno de ellos mira al otro y le pregunta, ¿Qué demonios es el agua?». Lo esencial de la vida, esa vida en la que estamos sumergidos, acaba muchas veces oculto tras una tupida red de distracciones. Somos expertos en estar distraídos y nuestra sociedad de hoy, tan llena de estímulos, lo potencia. ¿Qué hacer para tomar conciencia de esa agua de la que habló Foster Wallace? Lo bueno es que no es necesario estudiar un máster, ni leer un libro, ni realizar un viaje, ni gastar dinero, ni apuntarse a un curso. Como mucho, escuchar a los ancianos y observar a los niños. Caer en la vida es un ejercicio de una sencillez abrumadora. Parece mentira que algo tan potente sea tan simple, tan barato y esté tan al alcance de todos. Solo hay que dejar de estar distraídos, al menos un rato cada día, para pasar a estar atentos. Solo hay que detenerse, contemplar, extrañarse ante la propia existencia y ante el mundo, dejar que el asombro se abra paso dentro de nosotros y sentir como ese asombro nos lleva a la alegría.