Agujas para los políticos

En Estados Unidos, Joe Biden (78 años) y su esposa (69) fueron vacunados a finales de diciembre. Casi en paralelo recibieron su dosis la vicepresidenta Kamala Harris y su esposo, y el todavía vicepresidente Mike Pence, también Nancy Pelosi y otros líderes y miembros del Senado y la Cámara de Representantes. En Inglaterra, la Reina Isabel II (94) y su esposo, el Príncipe Felipe de Edimburgo (99), fueron de los primeros en estrenar las vacunas en Inglaterra.

¿Es ético dar prioridad a los políticos? En Portugal, por ejemplo, el plan de vacunas provocó una ola de críticas, ya que incluyó a altos cargos del Gobierno en el grupo de mayores de 50 años con patologías de riesgo, por delante de colectivos expuestos a la enfermedad, como los profesores.

Quizás la pregunta no sea si es ético, sino si es necesario. Ahora que ya se han vacunado en las residencias, que los mayores de 80 años están recibiendo sus dosis, que también han pinchado a los sanitarios y han empezado con las Fuerzas de Seguridad del Estado, ¿no deberían vacunarse los representantes de los ciudadanos que deben gestionar las medidas para salir de la pandemia y de la crisis económica derivada de ella?

¿Acaso el presidente del Gobierno o los responsables de la Sanidad no deberían estar en el grupo de personal esencial? Es cierto que hay consejeros más involucrados en la gestión diaria del covid que otros; es verdad que alguno solo aparece cuando hay rueda de prensa y apaga el teléfono todo el fin de semana en plena ola de contagios; seguro que hay consejeros de Sanidad que sacrifican a sus cargos intermedios para que las responsabilidades no les salpiquen. Seguro que los hay y puede que muy cerca. Pero tanto ellos como las personas al frente de la Salud Pública, los directores generales y los cargos que cada día legislan y toman decisiones sobre nuestras vidas, sobre cómo enfrentarse al virus, deberían estar inmunizados. Lo otro es demagogia barata.