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El año 2023 nos brindó ocasiones para el debate sobre los beneficios 'extraordinarios' de las empresas, sobre todo las energéticas y los bancos. El debate ha carecido de profundidad suficiente. Se ha polarizado en las grandes cifras de beneficio de grandes empresas y su crecimiento ... sobre el año anterior, sin un mínimo análisis: la relación del tamaño de los beneficios con el del capital empleado, compararlo con el de otros sectores o con un periodo temporal más amplio que el de un año.
Y el papel del beneficio es tan importante en nuestra economía, no solo para el mantenimiento de nuestro bienestar sino también para la consecución de los objetivos sociales, que merecería una mejor comprensión y tratamiento. En particular, me gustaría tomar los dos sectores mencionados como ejemplo para apuntar al efecto de los beneficios sobre los objetivos de la sostenibilidad medioambiental y particularmente en el de la transición energética.
El modo en que los recursos financieros del mundo se canalizan en una dirección o en otra es su retribución. Para un mismo riesgo, simplificando, el dinero va donde consigue mayor retribución (ocurriría lo mismo con los salarios si la movilidad del trabajo fuera mayor). No hay barreras para ese flujo. Esa retribución se llama interés, si hablamos de préstamos, y beneficio si hablamos de capital. La regla es que, para mantener el atractivo, a mayor riesgo de pérdida del capital la retribución debe ser mayor.
El mismo sistema de valores de las cooperativas se detiene sobre este punto. Por un lado, proclama la 'supremacía del trabajo sobre el capital', y es así como se distribuye la capacidad de decisión en una cooperativa: 'una persona un voto'. Pero, por otro lado, se proclama que el capital debe tener una retribución 'justa', 'limitada' y también 'adecuada': capaz de atraer y retener el capital necesario.
El mundo lleva un retraso importante en su objetivo de transición a una economía más sostenible. En la transición a una energía basada en recursos renovables, según Irena, la Agencia Internacional de Energía Renovable, los niveles de inversión deberían ser cuatro veces superiores a los actuales (1'3 billones de dólares, doce ceros, en 2022, los más elevados de la historia) para estar dentro de la senda del objetivo de limitar la subida de temperaturas a 1'5 grados. Con los planes actuales la mejora será menor de la necesaria, añadiendo nuevos retrasos a los que ya llevamos acumulados, entre otras cosas porque no somos capaces de canalizar financiación suficiente hacia esos fines.
Y en estos objetivos, el papel de las empresas energéticas y el de los actores financieros es (EL) esencial. No se conseguirá redireccionar recursos financieros privados hacia las empresas que lograrán estos objetivos si las expectativas de retribución (beneficios o intereses) de los inversores no son suficientes para compensar el riesgo que contraerían. Las actuaciones esencialmente penalizadoras no sirven para los propósitos de incentivación. No solo eso, son contraproducentes. El capital, simplemente, elegirá otro lugar. Y solo tiene sentido utilizarlas para redireccionar recursos hacia otras prioridades.
Por tanto, una gestión política y fiscal congruente con las prioridades e inteligente con los mercados financieros sería la que incentive la financiación y la inversión de las empresas en esas prioridades frente a las demás opciones. Es decir, consiguiendo que las expectativas de retribución, de beneficio, sean acordes a los riesgos, y mejores que las de las opciones de inversión que se quieran descartar. No es el único requisito, hay otros tan importantes como ese, como el de dar confianza desde los reguladores acerca de que habrá estabilidad en las reglas de juego y la dirección emprendida, ya que las decisiones de capital son a largo plazo.
Evidentemente, hay un espacio para la financiación pública, pero su capacidad de contribuir a la consecución de los objetivos de la enorme magnitud de los que hablamos es limitada (no pasa del 20% de la financiación total). No obstante, y con la retribución adecuada, debe jugar un importante papel promotor y de acompañante, sobre todo en los puntos de mayor riesgo, en los que sea más complicado conseguir financiación privada temprana.
También hay un espacio para que el ahorrador actúe, a través de los fondos de inversión, dirigiendo hacia dónde se materializa la inversión de sus ahorros. Las directivas europeas que exigen información clara sobre estos destinos son una ayuda imprescindible.
Queda un debate adicional e interesante acerca de cuál es el nivel de retribución que la sociedad pueda considerar 'justo' para el capital que impulsa las inversiones y asume el riesgo ante los demás y, en consecuencia, sobre el nivel de impuestos que deberían soportar las empresas y sus propietarios. Pero, en todo caso, las decisiones también deberán adoptarse aplicando política e inteligencia por los efectos derivados, no siempre tenidos en cuenta, que ocasionan.
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