Secciones
Servicios
Destacamos
Un monje, haciendo recuento de lo vivido, escribió: «El año pasado me intervinieron quirúrgicamente en el hombro derecho. Estuve convaleciente cuatro largos meses. También el ... año pasado cumplí 69 años, y aunque mi estado de salud era muy diferente al de hace treinta años, vi incrementado mi trabajo enormemente, recibiendo por el mismo similares reconocimientos que el anterior, constatando además con tristeza que me faltaba tiempo para otras muchas cosas necesarias y más gratificantes, incluido el cuidado de mi persona. Casi en paraleo sufrí el dolor por la muerte de un amigo querido, mi hermano fue operado de cadera y mi hermana cerró la tienda que había levantado con mucho sudor mi madre». Al final escribió: «¡El año pasado ha sido para olvidar!»
Su director espiritual tuvo acceso a su escrito y sin decir palabra colocó otro papel en el estudio del religioso. El escrito decía: «El año pasado me curaron de la malformación de mi hombro, después de llevar mucho tiempo sufriendo un dolor persistente. Cumplí 69 años gozando de una vida comunitaria que me permite seguir dando y dándome. Mi amigo Joaquín nos dejó, partió hacia el buen Padre y nos dió a todos una lección de entereza y dignidad. Mi hermano ha vuelto a su trabajo con más facultades que antes, y mi hermana dispone de más tiempo para cuidar de mi padre y acompañarle en su ancianidad». A continuación escribió: «¡El año pasado ha sido un regalo del buen Dios!»
En ambos memorandos se describían los mismos hechos, pero la lectura de lo sucedido fue muy distinta. No es la felicidad la que nos hace agradecidos, sino el agradecimiento el que nos hace felices.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.