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La experiencia del camino deja en ocasiones una huella literaria que no es mía pero puede ser compartida. «Ante el primer repecho, pensé que no podía. Mi edad y mi sobrepeso eran un terrible hándicap. En el primer día, mi oración fue: ¡Por favor, Señor, ... no más cuestas! En el tercer día, mi oración se transformó: ¡Por favor, Señor, dame la fuerza para subir las colinas! Una cosa es cierta, no caminaba solo».

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