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La quinta estación: «El Cirineo ayuda a Jesucristo a llevar la cruz». Rezo con mis alumnos el Viacrucis y de hacerlo siempre he acabado dividiéndolo ... entre Cirineos y Fariseos. Cirineos son La Virgen, Simón de Cirene, la Verónica, las Santas mujeres de Jerusalén, Dimas, 'el Buen Ladrón', María la Magdalena, María la de Cleofás, Juan, José de Arimatea, Nicodemo. Y fariseos son Caifás, que le condena a muerte. Anás, que maneja los hilos entre bambalinas, el Sanedrín, qué actúa de noche y no quiere enfrentarse al jefe, Pilatos, que al lavarse las manos se pone del lado de los poderosos, Herodes, que se divierte con el reo, Barrabás, que respira con alivio su libertad, aunque sabe que la cruz realmente la merece él, Gestas, 'el Mal ladrón', que todavía se burla.
Simón no quería la Cruz, no le apetecía compartir el peso de la tragedia de un condenado y renegando cogió la Cruz, entonces miró a Jesús, «se espantó de Él, porque estaba tan desfigurado que no parecía hombre, ni tenía aspecto humano» (Isaías. 52,14), y aceptó la Cruz. Acompañó a Cristo hasta el Calvario, lo socorrió en su sufrimiento y comenzó su camino de salvación.
Para con Cristo no caben las medias tintas, esa gama de grises que nos hemos inventado para no comprometernos, para mantenernos al margen, para ser sutilmente fariseos. Hemos de mojarnos. Podemos ayudar a Cristo a llevar la Cruz porque en el camino de la vida encontraremos muchas personas con cruces enormes; viudas, huérfanos, enfermos, parados, pobres… Pero, si es así, si optamos por ser cirineos, ¡hagámoslo sin quejarnos, con dignidad!
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