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Cuando era pequeño, y mi madre me tenía que dar un jarabe, que realmente sabía horrible, solía mezclar la dosis con un poco de azúcar. La medicina entonces sabía mejor y era más tolerable. Del mismo modo, en la vida cotidiana, los pequeños gestos de ... dulzura pueden aliviar nuestras preocupaciones. Me atrevo a actualizar el hecho para destacar que lo que realmente necesitamos es compasión. Una dulce compasión es el ingrediente que escasea en los supermercados. La falta de compasión –o peor aún, su ocultamiento– nos desconecta de la realidad. Tememos sentir dolor, llorar o sufrir junto a aquellos que atraviesan dificultades. Por ende, optamos por consumir el edulcorante de la indiferencia o nos sumergimos en actividades que nos distancian de la cruda realidad.

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