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Al final del camino me dirán: –¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres. (Pedro Casaldáliga). Llamar a una persona por su nombre es una manera de considerarla única. Provoca que en su interior resuenen fibras emocionales. Y ... tiene especiales matices, cargados de emoción, si el que lo pronuncia es tu abuelo o tu abuela, o tu madre, o tu hermano, o tu amor.
A Simón, Jesús le cambió el nombre, y le llamó Pedro, porque sobre aquella piedra iba a edificar su Iglesia. El cambió de nombre, en su caso concreto, estaba ligado a la misión que iba a realizar. El nombre de Jesús significa Dios salva. Quizá por esa razón llega tan adentro, y es a la vez como un susurro amoroso. En algunas tradiciones religiosas se les atribuye a los nombres, incluso, algunas virtudes mágicas.
A lo largo de mi vida he tenido la bendición de conocer a muchas personas cuyos nombres se han quedado grabados en mi interior. Dios les puso en mi camino como acompañantes, como amigos…, para ayudarme a ser y para hacer un mundo mejor. Si cerramos los ojos como si fuéramos niños en un ejercicio de interioridad, veríamos a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros abuelos, a algunos tíos, padrinos y madrinas, ciertos vecinos, compañeros del colegio, de la universidad, de la mili…
Nombres, muchos o pocos, pero todos recordados y siempre queridos. Hoy y siempre daré gracias por esos grandiosos dones, porque me ayudaron a desarrollar la capacidad de amar, anticipo de eternidad. Día de los abuelos. Colegio San Agustín 2023.
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