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Posiblemente haya que empezar por diferenciar entre valor y precio, pues en muchas ocasiones pensamos que vale más aquello que tiene el precio más alto, ... con lo cual podemos estar quitando valor a las cosas que son gratis. No podemos pensar, y a veces tantos anuncios de empresas de viajes, pueden llevarnos a hacerlo, que las experiencias que más dinero cuestan son las más valiosas.
Pero profundizando, y en el mismo alambre, tenemos que diferenciar y enseñar a diferenciar entre útil y valioso. Una silla es útil. Y un televisor o un móvil. Dar un abrazo, disfrutar de un amanecer o tomar un café con un amigo es valioso. Lo útil suele tener un precio, está sujeto a la oferta y la demanda, y por lo tanto, es más caro que lo valioso, que no suele estar en el mercado porque mayormente es gratis. El dinero es útil, pero no es valioso, no genera felicidad, cosa que si hace lo valioso y una felicidad duradera. Así podemos hablar de la alegría del día que sellamos un acontecimiento trascendental como el nacimiento de un hijo, un bautizo, una boda, una ordenación sacerdotal, la superación de una enfermedad grave, etcétera.
Quizá necesitamos darnos cuenta de que la felicidad no está tanto en conseguir objetivos como en el proceso que seguimos cuando tratamos de alcanzarlos. Podríamos decir de manera hipotética que tenemos que llegar a Ítaca, ella es nuestro destino, la que nos brinda el hermoso viaje, sin ella no habríamos emprendido el camino, pero una vez llegados, ya no tiene nada que ofrecernos; lo vivido, la sabiduría que nos ha generado, es lo valioso, el premio.
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