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Díganle a Celia Cruz, que sí, que la vida es bonita, hay que reír, gozar, disfrutar, hacer que el viaje valga la pena, pero no siempre ni para todos, la vida es un carnaval. En el decurso vital y en el mundo, no todo es ... maravilloso; hay pandemias, terremotos, enfermedades, pérdidas, desempleo, diferencias económicas y sociales, problemas familiares, trastornos mentales y hasta heridas de la infancia que no hemos sanado. La vida no siempre es una fiesta. En Europa y en círculos que nosotros llamamos de 'gente normal', se plantea que el que te vaya bien o mal, depende de nuestros recursos, de cómo afrontamos la vida, de nuestra personalidad, de nuestras herramientas e incluso habilidades, de nuestro nivel socioeconómico, de nuestros valores, de nuestras creencias. Por otra parte, cada momento en la vida tiene sus matices, no siempre será colorido o será un carnaval, pero he ahí la complejidad y simplicidad de la vida. Seguro que Celia Cruz se percató también de los matices, pero prefirió compartir y animarnos a vivir de manera optimista; «las penas se van cantando» quizá haya que decir, que algunas veces.
Pero no es menos cierto que en un mundo caracterizado por un nivel sin precedentes de desarrollo económico, medios tecnológicos y recursos financieros, es un escándalo moral que millones de personas vivan en la extrema pobreza. Unos 736 millones de personas vivían con menos de 1,90 dólares diarios en 2015. Este año se celebrará el 36 aniversario del Día Mundial para la Superación de la Extrema Pobreza, y la verdad, queridísima Celia, para muchos millones de personas, la vida no es un carnaval, se parece más a una eterna cuaresma.
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