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Cuando Miguel llegó a casa con el cachorro de pastor alemán, sus hijos saltaron de alegría. Lo primero fue ponerle nombre, le llamaron Fiel. Como si el nombre imprimiera carácter también en los animales, así se comportó siempre. El tiempo pasó, y la verdad es ... que era uno más de la familia. Cuando Miguel iba al trabajo, a Sotiel Coronada (en Huelva), lo llevaba en el coche, le encantaba el sitio del copiloto. Conocía como nadie el ruido del coche, y saltaba de contento cuando el dueño llegaba.

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